°Tiempos Entrelazados° Lady Lesso x Lectora

Epílogo

Desperté con el primer rayo de sol filtrándose a través de las cortinas, llenando mi habitación con una luz cálida y dorada. Mi nombre es Catherine, y este mundo en el que vivo está lleno de magia. Para mí, es algo tan cotidiano como el aire que respiro. Me incorporé lentamente, estirando mis brazos y piernas, mientras escuchaba los ecos de la casa que ya se había despertado antes que yo. Mi madre y mis hermanos se habían ido a trabajar y estudiar, como era su costumbre. El hogar estaba en silencio, salvo por el susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas.

Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina. El suelo de madera crujió bajo mis pies mientras me preparaba un desayuno ligero. Mi mente divagaba, pensando en las tareas del día y en las pequeñas aventuras que solía emprender como maga. A veces, me encontraba resolviendo problemas para mis vecinos o ayudando a aquellos que se encontraban en apuros. Era un trabajo gratificante, aunque las tareas parecieran insignificantes en el gran esquema del mundo mágico. Mientras desayunaba, noté un par de cartas sobre la mesa. Al acercarme, me di cuenta de que estaban dirigidas a mí. Las tomé con curiosidad y las abrí, una tras otra. Cada carta contenía una solicitud de ayuda de un poblador de un pequeño pueblo cercano. Había descripciones vagas sobre un inconveniente que había estado ocurriendo, algo que parecía más que una simple casualidad. El tono de las cartas sugería que la situación podría ser más complicada de lo que aparentaba.

Con una mezcla de intriga y responsabilidad, me vestí rápidamente y preparé mi bastón, el cual era mi fiel compañero en cualquier situación que requiriera magia. Lo sujeté con firmeza en mi mano, sintiendo la familiaridad de su peso. Las cartas, con sus palabras apremiantes, pesaban en mi mente mientras me dirigía hacia la puerta principal. El pueblo estaba a una corta distancia, y a medida que me aproximaba, noté el ajetreo habitual de la mañana. La gente se movía por las calles, realizando sus quehaceres diarios. Algunos me saludaron con una sonrisa o un gesto amistoso, un recordatorio de lo unido que estaba nuestro pequeño mundo. Sin embargo, la preocupación que había en las cartas no podía ser ignorada. Sentía una creciente necesidad de resolver el problema y asegurarme de que todo estuviera en orden.

Caminé por las calles empedradas, el bastón en mi mano resonando ligeramente con cada paso. Mi mente estaba en alerta, preparada para cualquier cosa que pudiera encontrar. La magia siempre había sido una parte integral de mi vida, pero también sabía que había desafíos que podían poner a prueba incluso a los más experimentados. Mientras me acercaba al centro del pueblo, la sensación de expectación crecía. Algo me decía que este día podría deparar sorpresas y desafíos inesperados. Pero en ese momento, lo único que sabía con certeza era que estaba lista para enfrentar lo que viniera, como siempre lo había hecho. Caminé por las calles del pueblo con una mezcla de inquietud y determinación, mi bastón resonando suavemente con cada paso. El bullicio matutino del mercado y las conversaciones de los aldeanos llenaban el aire, creando una atmósfera vibrante que contrastaba con la preocupación que se cernía sobre mí. Mientras me aproximaba al centro del pueblo, una sensación creciente de inquietud me envolvía. Algo en el ambiente parecía... diferente.

Al llegar a la plaza principal, la vi. Un grupo de aldeanos se había congregado en torno a un objeto en el suelo. La multitud murmuraba en voz baja, sus rostros entremezclando preocupación y curiosidad. A medida que me acercaba, mi corazón comenzó a latir con más fuerza, una sensación inquietante que no podía ignorar. Y allí, en el centro del grupo, estaba el libro. El libro parecía palpitar, como si tuviera vida propia. Sus cubiertas de cuero oscuro estaban adornadas con símbolos dorados que brillaban con un resplandor tenue y ominoso. Las páginas, al parecer, se movían de forma autónoma, temblando como si estuvieran respirando. Era como si el libro estuviera tratando de comunicarse, de llamar la atención de quienes se encontraran cerca. La escena era surrealista, casi como un sueño perturbador.