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Las lágrimas caían por sus mejillas, mientras miraba cómo Cedric, ahora su ex novio, lo dejaba solo en medio de ese parque. Al parecer la noticia de que estaban esperando un hijo, no le gustó.

Con su corazón hecho pedazos se fue al pequeño departamento que había comenzado a pagar hace dos semanas, ya que en unos meses más comenzaba a estudiar en la universidad y sus tíos ya no lo querían mantener en su casa.

Subió en ascensor hasta el quinto piso y entró a su departamento; se sentó en el sofá  dejando correr sus lágrimas nuevamente.

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Los meses pasaban. Harry había conseguido un trabajo en un restaurante, de lavaplatos, ya que era en lo único que podía trabajar con su embarazo. Sus únicos amigos habían conseguido una beca en universidades en otras ciudades, así que no se volverían a ver seguido, pero habían estado a su lado apoyándolo.

También se había enterado que Cedric se había casado con una chica e ido a vivir juntos a Suiza. La noticia lo hizo sentir triste por un momento, pero después respiro profundo y se convenció de que no necesitaba a nadie.

Ahora solo querían enfocarse en él, su bebé y su trabajo. Y por supuesto, la universidad que empezaba en dos meses.

Aunque todavía tenía una preocupación: tenía cinco meses de embarazo y sólo un tiempo después que entrará a la universidad lo más probable es que tuviera a su bebé y no sabía lo que iba a hacer.

De un susto salió de sus pensamientos, cuando una nueva bandeja con platos, cubiertos y vasos sucios apareció junto a él.

—Oh, lo siento mucho, Harry te asusté. —Luna una de sus compañeras de trabajo le sonrió.— Perdóname.

—No pasa nada, Luna. ¿Quedan muchos clientes? —preguntó, sintiendo sus piernas cansadas.

—Solo dos mesas. —contestó y se retiró.

Luna era la persona que le ayudó en todo lo que necesitaba saber al entrar a trabajar en el restaurante. Ella iba a entrar a su tercer año de biología marina en la universidad.

Suspiró y siguió lavando la loza sucia, esperando la hora de irse a su departamento a descansar.

Después de un hora, con todos las cosas limpias y el restaurante cerrado, tomó sus cosas dispuesto a irse.

—¡Harry, espera!

Luna lo interceptó y Neville apareció solo un segundo después.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—Pues ayer dijiste que tenías antojo de tarta de melaza. —comenzó Luna.— Entonces con Neville te preparamos una.

El chico de pelo castaño mostró una fuente mediana en sus manos. Él y Luna eran amigos desde niños y ahora compartían departamento.

Harry tomó la fuente con una sonrisa y abrazos a los chicos.

—Muchas gracias. —sus ojos brillaron al ver la tarta.

—No hay de que, Harry. Todo para consentir al pequeño. —dijo Neville.— Y recuerda que mañana no abrimos.

—Tienes razón.

—Pueden descansar hasta tarde. —Luna dejó un besito en su mejilla y una pequeña caricia en su vientre.— Nos vemos el lunes, Harry. ¡Ve con cuidado!

—Igual ustedes. ¡Adiós!

Se despidió y comenzó a caminar hacia su departamento bajo la luz de la luna. Algunos restaurantes seguían abiertos y aún había gente en las calles de la ciudad.

—¡Hey, chico! —le habló un chico de tez morena que salía de un bar.— ¿Por qué no me invitas a tu casa? —movía sus cejas.

—¿Por qué no te vas a dormir mejor? —estaba cansado y no quería lidiar con personas idiotas y ebrias esa noche.

—¿A tu cama?

—¡Blaise! Por favor, deja de molestar. —otro chico de cabello rubio salió del bar y agarró al otro del brazo.— Lo siento mucho, no está acostumbrado a beber. —se disculpó con Harry.

El corazón de Harry se saltó un latido y se sonrojo.

—No hay problema. —mostró una pequeña sonrisa.— Pero será mejor que lo lleves a dormir.

—Claro. —sonrió el chico rubio.— Adiós.

—Adiós. —siguió caminado Harry.

—¿Qué no vamos a ir con él? —escuchó balbucear al chico moreno.

—¡Cállate, Blaise! O terminaremos siendo golpeados por alguien por tu culpa. —fue lo último que escucho de los chicos.

Caminó un par de cuadras más y llego al edificio donde vivía. Saludó al conserje y subió por el ascensor hasta el quinto piso.

Encendió las luces, dejó sus cosas sobre el sofá y con la fuente con tarta de melaza caminó a la pequeña terraza donde se sentó en un banquito.

Suspiró cansado.

Probó la tarta de melaza y se sintió en el cielo, era lo más rico que había probado. Apoyó su espalda en la pared y miró la ciudad iluminada.

En esos momentos sentía que la vida no era tan mala.

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Se despertó temprano. Hoy era su primer día de clases. Se miró en el espejo, daba gracias a Dios que a los hombres embarazado no les crecía tanto el estómago como a las mujeres, aún así se le notaba.

Agarro su mochila y salió de su departamento a su primer día de clases. De lunes a jueves era su horario, casi todo el día, eso le dejaría solo los fines de semana para trabajar, lo cual ya había hablado con su jefe.

Llegó diez minutos antes y se sentó junto a la ventana. Ya habían varios alumnos más, algunos conversando entre sí y otros viendo sus teléfonos.

Se quedó mirando por la ventana cuando el profesor llegó, solo volteo cuando nombraron su nombre y se dio cuenta que había un chico sentado junto a él.

Un bonito chico rubio.

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 Enamorados [Drarry] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora