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Su corazón latió rápido y sus ojos brillaron al ver al chico sentado junto a él.

Era el chico rubio del bar. Estaba seguro.

—Hola. —lo saludó él con una pequeña sonrisa.

—Hola. El chico del bar, ¿verdad? —Harry le correspondió la sonrisa.

—Si, soy Draco Malfoy. —estiró su mano hacia él.

Harry tomó su mano. Era fría y suave, en su dedo medio llevaba un anillo de plata.

—Soy Harry Potter. —se miraron directamente por unos segundos hasta que el profesor comenzó a hablar.

La clase pasó entre presentaciones de los alumnos y sobre los temas que iban a tocar este semestre en esa clase, también entre pequeñas conversaciones y preguntas entre Draco y Harry.

Al terminar la clase, saliendo del salón Draco lo detuvo.

—Oye, ¿quieres ir a almorzar conmigo? —le preguntó.— La única persona que conozco está todavía en clases.

—Claro, vamos.

Juntos se fueron caminando al casino que había dentro de la universidad. Harry compró un sandwich de pollo y Draco un café y una dona.

—Entonces, Harry. —comenzó a hablar Draco.— ¿Vives aquí desde siempre?

—No. —negó.— Vivía con mis padres fuera de la ciudad, hasta que tuvieron un accidente y vine aquí a vivir con mis tíos.

Draco lo entendió altiro, sus padres habían muerto en ese accidente.

—Lo siento.

—No pasa nada, fue hace mucho tiempo. —se encogió de hombros.— ¿Y tú? No eres de aquí o nunca te había visto.

—Me vine a vivir hace dos meses aquí, con-

—¡Conmigo! —de pronto llegó el chico moreno, amigo de Draco.— Soy Blaise un gusto.

—El chico que quería ir a mi cama. —Draco soltó una risa.— Soy Harry.

—¿Qué dices? —Blaise miró a Draco confundido.— ¿De qué me perdí?

—¿Recuerdas esa noche en el bar? —Blaise asintió.— ¿Y recuerdas que te dije al otro día que habías querido ir a la cama con un chico?

—Mierda. —murmuró mientras se sentaba junto a Draco.— Eres tú. Qué pequeño es el mundo.

Harry sonrió divertido.

—Soy yo. Un gusto conocerte, Blaise.

—Perdóname. Estaba muy pasado de copas y no sabía lo que hacía.

—No te preocupes, no pasa nada.

—¿Y qué haces tú aquí? —cambio la conversación Draco.— Me dijiste que salías en media hora más.

—Lo sé, pero tenía hambre y quería ver a mi mejor amigo para que no estuviera sólito. —pellizco la mejilla de Draco.— Pero veo que ya hiciste un amiguito. —tomó el último pedazo de dona que tenía Draco y se lo comió.— Así que, me voy a clases de nuevo. Cuídense. ¡Adiós, Harry gusto conocerte!

—Igualmente, Blaise.

—Es un buen chico, esa vez que nos encontramos era la segunda vez que se emborrachaba, no sabía lo que hacía. —explicó Draco a lo que se fue Blaise.

—Entiendo, tranquilo. Se ve que es amigable.

Miraron la hora y ya estaba por empezar la otra clase.

—¿Vamos? —preguntó el rubio.

—Si, vamos. —con dificultad se levantó del asiento. Posó su mano en su espalda baja y se puso su mochila para ir con Draco.

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El día pasó rápido, al terminar la última clase se despidió de Draco, que esperaría a que saliera Blaise, y caminó hacia su departamento.

Tenía que pasar a comprar unas cosas que le faltaban.

Paso al supermercado más cerca de donde vivía, para no cargar las cosas por mucho tiempo y no hacer doler su espalda. Cediendo a su antojo, se fue al pasillo donde estaban los chocolates. Miró las variedades de chocolates que habían, hasta que alguien se paró al lado de él.

Miró al hombre junto a él y vio al chico castaño que había roto su corazón en mil pedacitos.

—Cedric. —murmuró sorprendido.

El de pelo castaño lo miró y abrió los ojos de par en par. Al parecer no se había dado cuenta que era Harry.

—Harry.

—¿Q- qué haces aquí? —preguntó apenas. —Pensé que te habías ido.

—Si, solo vine por una semana a ver a mis padres.

—Oh, claro. —agarró un chocolate del estante y empezó a retroceder. —Ya me voy.

—Por supuesto. —bajo su mirada.— Sigues con el.. el em-

—Si. Adiós. —se dio media vuelta y se fue a la caja a pagar sus cosas.

Nervioso e incómodo salió del supermercado y se fue lo más rápido que pudo a su departamento.

Media hora más tarde, estaba en la tina comiendo pedacitos de chocolate, relajado con el agua tibia y sintiendo las pequeñas patadas que a veces daba su bebé.

—Tranquilo o tranquila. —acarició su pancita.— Podemos solos. Cedric hizo su vida con otra persona y no lo necesitamos.— suspiró.— Tu papi siempre va a estar aquí para ti.

Después de un rato salió de la tina, se puso su pijama, apago las luces de su departamento y se fue a dormir.

Su cama, como todos los días estaba fría y solitaria. Y así, abrazando una almohada se dejó llevar por el sueño.

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 Enamorados [Drarry] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora