Prólogo

1.8K 112 4
                                    

- Ya sabes qué hacer. - dijo Arthit.

- Sí, señor. Los datos ya se están eliminando del sistema. Será como si nunca hubiera existido.

- ¿Y Sarocha?

- Su hija lo espera en el balcón, señor.

Por mucho que el nombre llevara su fama, ser un mafioso no era nada de lo que la gente pensaba. No matamos por diversión y no robamos por crueldad. Actuamos ante normas y leyes, como cualquier otro ciudadano.

Pero no perdonamos a los pecadores.

- ¿Sarocha, cariño?

- ¿Sí, papá?

Arthit se acerca a Sarocha sin mostrar ninguna emoción. Sabía lo que su hija pensaba de su trabajo y constantemente intentaba cambiar la percepción de la niña. No eran monstruos. Esa era su familia, que la protegía a cualquier precio. Y un día ella se haría cargo de todo eso.

- Pareces cansada. ¿No quieres ir a descansar? - pregunta preocupado, colocando sutilmente un mechón negro detrás de la delicada oreja de Sarocha.

- Hace buen tiempo aquí. Gracias. - se libera de este gesto dándole la espalda y encarando la inmensidad del horizonte.

Sarocha odiaba el trabajo de su padre. Odiaba saber que asumiría algo que aborrecía. Algo que nunca quisiste para ti.

Pero ese había sido el único viaje que a la pelinegra no le había disgustado del todo. Allí había conocido a alguien que le llamó la atención.

Sólo intercambiaron miradas rápidas, pero fue suficiente para no poder sacarla de sus pensamientos.

Sí, ella.

Una mujer.

- ¿Hija?

- ¿Eh? - la pelinegra es sacada de su ensoñación por un Arthit visiblemente preocupado.

- No te ves bien, comamos algo antes de irte a descansar.

- Papá...

- No fue una petición, Sarocha.

Arthit le da paso a la niña más pequeña que comienza a caminar frente a él, cuando de repente se siente un golpe contra su pecho, tirándolo al suelo.

- ¡Papá!

- S-Sarocha...

- Ayuda, Alguien porfavor ayude. ¡Le dispararon!

Entre sollozos y lágrimas de desesperación, Sarocha se arrodilla junto a su padre y presiona con sus manos temblorosas la herida, para detener la hemorragia. Su padre hace una mueca de dolor mientras intenta respirar.

- ¡Ayuda!

- Hija... Por favor... por favor...

- Papá, no... Vamos a sacarte de aquí y...

- Quiero que me lo prometas, Sarocha.

- Papá...

- P... - la niña más pequeña se desesperó al darse cuenta de que Arthit ahora se estaba ahogando con su propia sangre. Rápidamente retira sus manos del pecho de su padre, haciéndolo soltar un gemido de dolor. - Prométeme que te encargarás de ellos.

- Papá, no puedo...

- Promételo, Sarocha.

Dos de los guardias de seguridad de Arthit llegan al lugar acompañados por el departamento de bomberos. Colocan a Arthit en una camilla y lo llevan por el vestíbulo, hacia la salida. Las miradas de todos estaban sobre ellos. Especialmente el de ella.

- Son tu familia. - dice Arthit, sosteniendo el brazo de la pelinegra antes de cruzar la puerta, dejándola atrás con el corazón apesadumbrado y el rostro bañado en lágrimas.

- Lo prometo... - dijo en un susurro antes de que se cerraran las puertas de la ambulancia, llevándose a la única familia que le quedaba.

365 DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora