🗻 Vol. 5 / Cap. 68 Bloqueo

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Mientras tanto al sudeste, las fuerzas de Lothar se encontraban con rumbo a las montañas de Alterac para detener a la Horda, pero durante el camino, se habían cruzado con varios grupos orcos que ralentizaban su avance

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Mientras tanto al sudeste, las fuerzas de Lothar se encontraban con rumbo a las montañas de Alterac para detener a la Horda, pero durante el camino, se habían cruzado con varios grupos orcos que ralentizaban su avance.

Anduin Lothar levantó el visor de su yelmo, echó un vistazo a su alrededor y se limpió la suciedad y el sudor de los ojos con el dorso de la mano, al mismo tiempo que frotaba distraídamente su espada sobre el cadáver de un orco, con el fin de limpiar la sangre y las entrañas que la cubrían por entero.

¿Es el último, milord? (inquirió uno de los soldados) _ No lo sé, hijo (contestó Lothar con total sinceridad, mientras recorría con la mirada esos árboles) Eso espero, pero no contaría con ello.

¿Cuántas de esas aberraciones deambulan por aquí? (preguntó de modo apremiante otro soldado que estaba extrayendo su hacha de un orco que tenía a sus pies)

Ese pequeño claro se encontraba repleto de cadáveres, y no todos ellos eran orcos.

Había sido una refriega muy desagradable, además, las ramas de los árboles de ese lugar estaban demasiado cerca del suelo como para que los Martillo Salvaje hubieran podido atacar con sus grifos, por lo que Lothar y sus hombres se las habían tenido que arreglar solos.

Habían ganado, pero solo porque aquel reducido grupo de orcos se había apartado bastante, al parecer, del resto de las fuerzas orcas.

Demasiadas (respondió distraído Lothar, y acto seguido, sonrió abiertamente a sus hombres) Pero, son menos ahora, ¿eh?

Sus soldados le devolvieron la sonrisa y Lothar se sintió muy orgulloso de ellos.

Algunos de esos hombres procedían de Lordaeron, otros de Stromgarde, un par de ellos de Gilneas e incluso Alterac y unos pocos habían venido con él desde Ventormenta. Sin embargo, a lo largo de las últimas semanas, sus diferencias por razón de su procedencia habían quedado apartadas a un lado. Ahora eran soldados de la Alianza y luchaban juntos como hermanos.

Sí, estaba muy orgulloso de ello. Si el resto del ejército se compenetraba tan bien como este pequeño grupo, aún había esperanza para todos ellos, tanto en esta guerra como en la paz que esperaba que llegara después.

Entonces, por el rabillo del ojo, se percató de que algo se movía.

Prepárense (les advirtió, al mismo tiempo que se bajaba el visor, se agazapaba con suma cautela y alzaba la punta de la espada hacia el lugar de donde procedía aquel movimiento)

No obstante, la figura que irrumpió a través de los árboles no era un orco sino un humano, uno de sus propios soldados.

¡Señor! (exclamó jadeando aquel hombre, que se hallaba sin duda extenuado)

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