VI

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Atrajiste a Balduino contra tu cuerpo para rodearlo en un suave y reconfortante abrazo, a lo cuál lo tomó por sorpresa pero se quedó quieto dónde estaba.

—Si nadie está a su lado, yo si.—

Susurraste suavemente, el joven rey rodeó tu cuerpo con sus brazos, dándote un abrazo mutuo, relajándose contra ti.

—No entiendo cómo es que no me repudias, soldado, en unos años más seguro mis extremidades se pudriran y seré simplemente un cadáver viviente.—

Tus ojos se encontraron con los de Balduino.

—Ni aún así lo abandonaré, es un juramento, tendrá mi compañía incluso hasta el fin de sus días.—

Él te sonrió, de verdad estaba agradecido contigo, no sabía si eras un regalo divino.

—No sabría cómo pagártelo, tal vez seré un rey, pero aún así, estoy agradecido contigo.—

Suspiraste suavemente, dándole unas suaves palmadas en su espalda.

—No debe agradecer, llegó la hora de que le suban los ánimos, ordenaré a los sirvientes que preparen un baño para usted, se sentirá más ligero, su cuerpo va descansar.—

Te levantaste de la cama para llamarles y asistieran a Balduino, él se sentaba en la cama con delicadeza, esperando a que le atendieran.

Una vez que saliste de la habitación para buscar a los sirvientes, el joven rey se levantó de la cama a duras penas, apoyándose y sosteniéndose de las paredes hasta llegar al baño. A pesar de que sufriera una grave enfermedad, no se rendiría por nada del mundo, pues luchar era su misión y su voluntad.

Regresaste a la habitación luego de haberles llamado la atención a los sirvientes, los cuáles llevaron todo lo necesario para que el rey se diera un baño y estuviese más tranquilo.

Observabas y te asegurabas de que el rey fuese bien tratado en todo momento, te asomabas levemente a través de la puerta del baño y allí estaba él, quitándose la ropa para entrar a una tina con agua caliente, combinada con plantas medicinales.

Desviaste la mirada y saliste de la habitación para irte a la tuya, esperando a que el baño del rey terminara.

Te sentaste en tu cama, aún considerando la idea que se te había venido a la mente hace poco, parecía complicada, pero habría que ponerla en marcha, querías estar más cerca de Balduino, eso no lo podías negar.

—Ya me han cansado estos vendajes, me siento demasiado sofocada.—murmurabas en voz baja para ti misma.—Es cómo tener un corsé de lo más ajustado, tendré que hacer algo tonto pero que valga la pena, por mientras esperaré.—

Pasada una hora, el rey estaba listo, su cuerpo desprendia un olor hermoso a aceites naturales, los cuáles perfumaban su piel cada vez que los aplicaban.

Lo habían recostado en la cama cómodamente, abriste suavemente la puerta y lo miraste.

—Escuché que me llamaba mi señor.—decías acercándote a él.

Balduino giró delicadamente su cabeza para verte y luego asentir.

—Tenías razón, el baño me a hecho bastante bien, me siento más ligero, hasta podría seguir firmando documentos importantes a estás horas.—

Él sonrió tiernamente, te alegraba verlo más animado.

—Yo prefiero mil veces que descanse y deje de pensar en documentos, eso podrá ser mañana, es hora de la cena, ¿acaso prefiere firmar documentos que cenar?.—

Alzaste una ceja en dirección a él, Balduino simplemente soltó una suave risa.

—Tranquilo, no lo decía encerio, si tengo algo de hambre.—

La cruz de la pasión [Baldwin IV y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora