IV

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La noche transcurrió tranquilamente, aunque al llegar la mañana, todo parecía un caos en el estudio de Balduino.

Tú te levantaste por tanto ruido que se escuchaba a través de las paredes de tu habitación, por un momento te quedaste pensando si es que había alguna huelga o algo así, pero no sólo pensaste en eso, también notaste que seguías en esa época.

Al salir de tu habitación, ya bien vestida nuevamente cómo un chico, avanzabas hacía el estudio del rey para ver que ocurría con ese escándalo qué penetraba las paredes.

—Se lo podemos jurar mi señor, anoche vimos algo escalofriante.—dijeron varios guardias al unísono mientras Balduino los observaba desde su asiento.

Los guardias se notaban asustados y alterados, llevaban desde un buen rato repitiendo que habían visto una cosa de otro mundo.

—Por favor, les pido que se relajen, y me vuelvan a repetir todo, ¿qué es lo que les inquieta?.—

Balduino estaba tremendamente confundido por todas las palabras que salían de cada uno de los presentes, parecían cacatúas, o peor, un cotorro que no cerraba el pico.

—¿Y bien?, ¿ya me dirán que sucede con todo este alboroto?.—hablaba el joven de cabellos dorados serenamente.

Los ojos de Balduino se notaban algo hinchados, al parecer no había dormido bien, y sobre todo, los guardias lo fueron a levantar por que había algo "urgente" para decirle, a este paso Balduino no era Balduino, era una rana con ojos saltones y llenos de cansancio y sueño.

Mientras él observaba a los 5 guardias presentes, uno decidió hablar.

—Mi señor, estamos asustados, ya nos a dado miedo vigilar el reino por las noches.—decía aquel guardia mientras temblaba y miraba a los costados cómo si fuera un loco recién salido del manicomio.

Un ceño fruncido se formó en el rostro de Balduino, y una ceja se alzó en el mismo, le causaba intriga y curiosidad lo que decían.

—¿Por qué les daría miedo?, ¿ocurrió algo malo anoche?.—preguntó Balduino mientras frotaba un poco sus ojos.

El guardia se acercó más a Balduino, recargandose un poco sobre el escritorio.

—Vimos un fantasma anoche, mi rey.—susurro el guardia.

El chico no pudo evitar reírse ante las palabras del guardia, mientras los otros lo observaban de manera seria.

—Por favor, creanos mi señor, anoche vimos una cosa horrible, incluso flotaba.—comentaron los otros guardias mientras hablaban entre sí.

La risa de Balduino se contuvo por un momento, mientras suspiraba y los miraba fijamente a todos, en especial al que comentó tal cosa.

—¿Un fantasma?, ¿de verdad?, caballeros, me sorprende que me digan estás cosas, les recuerdo que este es el reino de Jerusalén, tierra santa, no creó que halla inconvenientes con un "fantasma", seguramente fue mi hermana Sibylla, ya sabemos que esta algo desagradable, pero no sabía que estaría tanto para ustedes.—dijo Balduino con voz confundida.—Y sobre todo, claramente hay algo más gracioso en todo esto, ustedes son guardias, incluso más mayores que yo, ¿y le temen a un fantasma?.—

Balduino carraspeó un poco, se llevó una mano al cabello rascándose levemente la nuca, de verdad estaba confundido.

—No mi señor, no era la princesa Sibylla, esa cosa flotaba en el aire, se lo podemos jurar.—el guardia de verdad estaba asustado.—Y sobre lo de que tenemos miedo a los fantasmas a pesar de que seamos mayores, es real, sabemos bien lo que vimos anoche, a cualquiera le daría miedo, incluso a un anciano.—

La cruz de la pasión [Baldwin IV y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora