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Sibylla había entrado en la habitación de golpe, a lo cuál Balduino se quedó sin palabras, se calló inmediatamente sobre lo que te estaba diciendo, para luego mirar fijamente a su hermana.

—Sibylla... ¿Qué haces aquí?, ¿qué atrevimiento es este?.—

Balduino la miraba fijamente, su postura ahora era defensiva.

—¿Atrevimiento?, no es cómo si fuese un simple sirviente, Balduino, soy Sibylla, tú hermana, y he venido aquí para hablar acerca de tú perro guardián.—ella enderezó su postura, y se cruzó de brazos para fulminarte con la mirada.

La habitación se quedó un momento en silencio, hasta qué Balduino tomó la palabra.

—En primer lugar, hermana mía, el atrevimiento fue por interrumpir mi conversación con mi escolta de confianza, en segundo lugar, me gustaría que le respetes, él no te a hecho nada para que le llames "perro".—Balduino remarcó las comillas usando sus dedos.

La hermana del rey contuvo su enojo, ¿por qué Balduino te defendía a ti y no a ella que era la princesa?.

—No sabes nada, hace un rato, él, a osado faltarme al respeto, no sabes en quién confías hermano mío.—

Sibylla fingió sentirse abrumada por la situación.

—¿Ah si?.—pronunció Balduino con pesadez y aburrimiento al verla.—¿Desde cuándo te preocupas por mí?, Sibylla, es curioso que ahora quieras defenderme, me toma por sorpresa.—

El joven rey estaba tomándose tranquilamente la conversación, mientras tú, simplemente observabas en silencio.

—¡Siempre me preocupo por ti!.—dijo Sibylla, con enojo y frustración.—Aunque tú, no lo notas, claro está...—

Balduino se incorporó mejor en su asiento, mientras rodaba un poco los ojos.

—No necesitas hacerlo, hermana mía, después de todo, he podido cargar sólo con todo esto, con mi enfermedad, tus comentarios a mis espaldas, y el que nuestra madre, te amara más que a mi.—

Lo que había dicho Balduino, hizo que tú lo miraras, la expresión de él, era relajada, pero muy en el fondo, la decepción y el dolor estaban presentes en el joven rey.

—Hablando de nuestra madre, ella estaría decepcionada de tú reinado, defiendes a un simple muerto de hambre, ¿que a tu propia hermana?, debería darte vergüenza, pero no lo entenderías, ¿y sabes qué?, ¡YO DEBÍ SER LA REINA DE JERUSALÉN!, ¡NO TÚ!, ¡SÓLO ERES UN NIÑO ESTÚPIDO!, ¡SOY MAYOR QUÉ TÚ!, ¡SÓLO ERES UN LEPROSO QUE NO VIVIRÁ POR MUCHO!—

Balduino, no pudo evitar sentir cómo su corazón se quebraba en mil pedazos por su gran arrebato, se quedó en silencio un momento, procesando las palabras que habían salido de los labios de Sibylla, sus pensamientos lo consumieron, cuestionándose si de verdad había escuchado lo que acababa de escuchar.

—Tal vez para ti, sea un rey horrible, Sibylla, y mi reinado aquí en Jerusalén, sea despreciable para ti, pero yo no finjo quererte y amarte, cómo un hermano, mientras tanto, tú, hablas a mis espaldas, deseas mi muerte con fervor, anhelas estar en mi lugar, tomar el trono, a pesar de qué seas cómo seas, yo te aprecio, pero tú, me desprecias por ser lo qué soy, y si, seré simplemente un leproso, pero no un mentiroso.—

Sibylla se quedó callada ante las palabras de su hermano menor, sintió un nudo en la garganta, pero no por tristeza, si no, por ira y enojo, su mirada se oscureció, mientras aún se mantenía de pie frente a ustedes.

—Balduino... yo...—

Sus palabras ya no salían de su boca, aunque intentaba darle contestación, no pudo hacerlo, finalmente, Balduino volvió hablar, con voz autoritaria y firme.

La cruz de la pasión [Baldwin IV y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora