¿Qué hacemos ahora?

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-Evan... ¿qué hacemos ahora?

Murmuró Noah, sus palabras temblando como si la misma habitación pudiera estallar con el sonido.

Me di cuenta de que la voz de Noah estaba cargada de un pánico que reflejaba el mío propio. Intenté calmarme, respirando hondo, pero el hedor salado y metálico del sireno hacía que el aire pareciera cada vez más pesado. Era imperativo que dijera algo, aunque no estaba seguro de cómo manejar la situación.

-Noah, no lo sé... Lo encontré en la playa anoche. La tormenta... parecía como si hubiera sido arrastrado por las olas - Respondí con una voz temblorosa. -No podía dejarlo allí. Estaba herido, necesitaba ayuda.

Noah cerró los ojos por un momento, su mente tratando de procesar la gravedad de la situación. Al abrirlos de nuevo, su rostro reflejaba una resolución que contrastaba con la confusión inicial.

-¿Y ahora qué? No podemos simplemente dejarlo aquí. Pero... tampoco podemos llevarlo a un hospital.

Noah tenía razón. La criatura ante nosotros era un secreto que no podíamos compartir con el mundo exterior sin enfrentar consecuencias que no podíamos siquiera imaginar. Sin embargo, el sireno necesitaba algo que no podíamos proporcionarle en la seguridad de nuestra casa.

-Tenemos que pensar en algo - dije, mi mente funcionando a toda velocidad.

-Quizás si logramos que se recupere un poco, lo suficiente para que pueda regresar al mar por sí mismo...

-No sabemos nada sobre él- interrumpió Noah con preocupación. -¿Y si necesita algo más? ¿Algo que no tenemos aquí? Este no es su mundo, Evan.

Las palabras de Noah eran un recordatorio sombrío de la realidad que enfrentábamos. La criatura que yacía en mi cama no solo estaba fuera de lugar, sino que también podía traer consigo peligros desconocidos. Sin embargo, dejarlo morir no era una opción, no después de todo lo que había hecho para mantenerlo con vida hasta ahora.

Miré al sireno, cuyos ojos oscuros parecían observarnos con una intensidad casi humana. Sentí una conexión inexplicable, como si el sireno entendiera nuestra lucha interna y nuestro dilema.

-No podemos abandonarlo, Noah. No después de todo esto - murmuré, sabiendo que mi hermano compartía ese mismo sentido de responsabilidad.

-Pero tienes razón, no sabemos lo que necesita. Tendremos que improvisar. Tal vez averiguar más sobre él mientras se recupera.

-¿Y si no mejora?- preguntó Noah, el miedo aún presente en su voz. - ¿Qué haremos si su condición empeora?

-Entonces... encontraremos otra manera- respondí, aunque mis palabras carecían de certeza.

-Lo sacaremos de aquí, lo llevaremos de vuelta al mar, y rezaremos para que sobreviva. Pero no lo dejaremos morir aquí, Noah.

Mi hermano asintió, aunque el miedo permanecía en sus ojos. Sabíamos que nos adentrábamos en un terreno desconocido, un camino del que no había retorno.

-De acuerdo - dijo finalmente Noah.

-Lo primero es encontrar una manera de que esté más cómodo. Necesitamos agua, algo para evitar que sus heridas empeoren. No sé si podré ayudar mucho, pero haré lo que pueda.

Segundos despues, el sireno se estremeció, su cuerpo entero se arqueó como si algo lo hubiera golpeado desde dentro. Sus ojos, que antes me miraban con una intensidad casi humana, se abrieron de par en par, brillando con una mezcla de pánico y dolor. Intentó inhalar, pero el aire pareció quedarse atrapado en su garganta, y lo que emergió de su boca fue un sonido ahogado, desesperado, como el murmullo lejano de olas que rompen contra rocas.

MI MAR INTERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora