#10- Los trágicos amantes

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¿Por qué?

Fue lo que Zeldris me preguntó ante mi confesión de querer formar parte de Stigma. La verdad ni siquiera yo lo sabía del todo bien. Al principio no me importaba la guerra, pero al pasar más tiempo con las diosas y aún más al ir a misiones más seguido después de lo que le hize a Ludociel, comprendí que esto no debía ser así, sacrificando vidas, un ciclo sin fin de peleas y muerte.

El objetivo de Stigma era acabar con la guerra, y si podía ayudar, lo haría, aún sin importar si el líder era ese maldito de Ludociel.

Meliodas me había presentado a una amiga: Merlín, la hija de Belialui. Es una niña simpatica. Aunque de cierto modo me genera un poco de... tristeza, no me mal interpreten, pero amar a alguien que ya tiene a otra persona, debe ser doloroso. Merlín detuvo su edad para parecer más atractiva y poder enamorar a Meliodas, pero él ya tiene a Ellie. No me gustaría estar en esa situación.

Aunque Meliodas traicionó a su Clan, sigo siendo amiga de él y de Ellie. No terminaré con nuestra amistad. Aunque no lo puedo negar, prefiero esos momentos en donde solo éramos Zeldris y yo, y rara vez Meliodas que tambien se reunía con nosotros. Zeldris había tomado confianza y le contó a Mel de nuestra relación, aunque en realidad él nos descubrió, pero Zel le contó todo después, así que habeses se reunía con nosotros. Claro que ahora eso cambio.

Me dirijo a una misión con Stigma. Donde tuvimos que luchar y derrotar a Calmadius. Quería evitar cosas así, donde tuviésemos que luchar contra los demonios, cualquier ataque grande a ellos era uno a Zel, pero había veces en que no lo podía evitar.

Después de ayudar a unos humanos -uno de ellos llamado Rou, que de hecho me agradó- y otro grupo de humanos nos dirigimos a la base de Stigma.

—Pensé que jamás volverían. Qué tres de ustedes apenas vencieran a un mandamiento es una vergüenza. —dijo Nerobasta con desagrado.

Ellie y Mel se vieron entre ellos, pero yo no pude quedarme callada.

—Quizás si hubieses ido tú lo harías más rápido.

No me preocupe en disimular mi sarcasmo.

—Nerobasta, no seas imprudente con ellos. —la interrumpió Ludiciel, que salió de Luz de Gracia y venía hacia nosotros.

—¡Los quiero de rodillas humanos, todos ustedes se encuentran frente a nuestro guía! ¡Sr. Luciel, uno de Los Cuatro Arcángeles! —pidió o mejor dicho, exigió la ojiazul.

—Llegan justo a tiempo, tengo muy buenas noticias, La Guerra Santa esta por llegar a su final y el momento que hemos estado esperando casi llegará. -el tono tranquilo que usó me dio mala espina.

—¿Habla enserio señor, encontró cómo estar en paz con la Raza Demoniaca? —pregunto Ellie con esperanza.

Desde el comienzo esa era nuestra esperanza, la de Ellie, Mel y yo. Que existiera la posibilidad de paz entre diosas y demonios, solo así los conflictos terminarían.

—Al contrario Elizabeth, llegó la hora de eliminarlos. —respondió él con una cara de horror.

Maldito...

Quise explotar, mostras mis dos poderes y matarlo ahí mismo. Borrarlo de la existencia.
Apreté mis puños, y no sé si alguien ya se había dado cuenta de lo molesta que estaba aunque no me importó de todos modos.

—(Tn) por favor no. —Meliodas trató de tomarme del brazo pero yo me adelanté y encaré al ser que tenía frente a mí.

—¡Lo sabía!, ¡Tú nunca quisiste paz con la Raza Demoniaca! ¡ Tu unico objetivo es ganar esta estupida guerra, y no te importa cuantas vidas sacrifiques! —grité, aunque no fue suficiente comparado con lo que de verdad quería hacer.

Amo tu secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora