11. Fugas de leche

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Dominick entró a su sexto mes de embarazo en perfectas condiciones físicas, ya sin náuseas matutinas ni antojos extraños, pero eso no significaba que pudiera descansar. Aún le quedaba bastante trabajo por delante, porque había decidido tomar su licencia por maternidad tan solo un mes antes del parto. Las leyes nuevas permitían que tanto hombres como mujeres tomaran dicha licencia dos meses antes, pero él no quería. Es decir, en otras circunstancias hubiera estado bien, pero lo cierto era que no quería quedarse en casa mientras Rafael continuaba trabajando casi sin descanso. Su esposo había sido escogido para llevar otro juicio adelante y contaba con poca ayuda por falta de personal, así que pasaba casi tanto tiempo trabajando como en casa. Sabía que lo hacía por él y el niño, en parte, para garantizar dinero extra en su cuenta bancaria; pero por el motivo que fuera, él no podía ser menos esforzado que Rafael y sólo tomar su licencia. 

-Te he dicho varias veces que eso es una tontería, Sonny, ¡tomarte tu licencia por maternidad no te hace vago!- lo regañó Rafael aquella tarde, al llegar y encontrarlo en su escritorio revisando legajos y carpetas varias.-Ahora mismo no tienes un caso que atender, podrías estar descansando o preparando el ajuar de nuestro hijo. ¿Por qué no lo haces?

-Porque ya le prometí al fiscal Price que echaría una mano con el caso que está atendiendo, aunque no me corresponda. Y porque no estoy enfermo ni nada por el estilo para dejar de trabajar- agregó sin despegar la vista de los papeles.-Puedo ocuparme del ajuar mañana o pasado, o la semana que viene…

-Eres un tipo muy necio- suspiró Rafael, acercándosele por detrás y abrazándolo. Sonny, sentado, se estiró un poco para disfrutar más de ese contacto.-Estás de seis meses, tienes tiempo para ti y no quieres tomarlo…

-Rafael, escucha, no soy una doncella frágil que se quedará en casa a tejer batitas y escarpines mientras espera el dulce momento del alumbramiento. Soy un fiscal de Nueva York y tengo que afianzar mi reputación como tal, porque después del parto sí que estaré dos meses sin trabajar. ¿Entiendes?

-Claro, claro que entiendo. Pero…

-Además, tú te estás esforzando tanto por traer cheques extras a casa para cubrir los gastos que hemos tenido y yo no puedo ser menos, mamá no educó un mantenido- agregó, medio en broma y medio en serio, mirándolo por encima del hombro de forma coqueta.-De alguna forma tengo que devolverte lo que haces por mí…

-¿Quieres hacer algo por mí, en serio? 

-Quiero hacerte feliz, sí.

-Entonces deja eso y ábrete la camisa-le susurró al oído, con el corazón ya acelerado ante el tono insinuante de Sonny.-Probar un poco de ti siempre me devuelve las energías y recompensa todo mi esfuerzo.

Dominick obedeció e impulsó la silla giratoria para quedar frente a frente con Rafael, abriéndose los botones de la camisa ligera que usaba en casa de forma lenta y provocativa. Pronto sus pechos quedaron expuestos ante un excitado Rafael, que se los comió con la vista primero y con la boca después: en efecto, después de hacerlo parar contra el escritorio para quedar en una mejor posición, procedió a succionar ambos pechos con pasión, deleitándose con sus gemidos y espasmos nacidos del deseo; Sonny siempre se había dejado chupar los pezones, pero ahora que sus pechos estaban del tamaño de naranjas y pesaban como tales la sensación era mucho más erótica y satisfactoria. Rafael amaba especialmente tironear de su pezón izquierdo, al punto de hacerlo gritar. Creyó que haría eso, pero una rara sensación se lo impidió.

-Rafael, espera…

-¿Mh? Claro que no, no pararé hasta oír tu linda voz pidiendo que vayamos a la cama…

-Lo digo en serio, ¡espera!- rogó mordiéndose el labio al mismo tiempo que Rafael lo succionaba muy fuerte: tanto, que varias gotas de leche escaparon de su pezón. Rafael tragó por instinto, pero la sorpresa lo hizo apartarse y mirar.

-Oh, cielos. Tal vez… ¿tal vez me pasé un poco?

-¿Un poco?- repitió Sonny indignado viendo como su pecho izquierdo goteaba leche, que procuró limpiarse con un pañuelo.-¡Me hiciste lactar antes de tiempo, degenerado! Mira qué desastre… se supone que esto es el alimento de nuestro hijo, ¡no vuelvas a hacerme desperdiciarlo!

-Bueno… eso no tiene por qué ser así.

-¿Eh?

-Yo podría beber esa leche por nuestro hijo si se te vuelve a derramar- ofreció con lujuria y una gran carcajada, después de recibir una mirada sonrojada y furiosa de su esposo por su atrevimiento. Era lindo que fingiera enojo cuando ambos sabían que terminarían haciendo así, pensó, si había nuevas fugas.

Ley, Orden y FamiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora