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"Estoy aquí"

¿Alguna vez has sentido que las paredes se cierran a tu alrededor, que tu mente se nubla y el aire se vuelve escaso, como si tu corazón quisiera escapar de tu cuerpo? Es una sensación que te consume, te arrastra a un abismo del que parece imposible salir.

29 de Julio de 2024

Madrid, España

Alice caminaba por el pasillo de la oficina, su mente llena de la reciente discusión que había tenido con un colega. Las palabras duras y los comentarios hirientes seguían resonando en su cabeza, haciéndole revivir los recuerdos dolorosos que había intentado enterrar. Aquella confrontación le recordó todo lo que había soportado en el pasado, y la tensión que había acumulado estaba por explotar en un ataque de ansiedad.

Con el corazón latiendo desbocado, Alice aceleró el paso, sintiendo cómo la presión en su pecho aumentaba. Necesitaba llegar a su oficina, encontrar sus pastillas antes de perder el control de si misma por completo.

Al llegar, abrió la puerta apresuradamente, sin notar inicialmente la figura en la esquina. Pero cuando entró y levantó la vista, sus ojos se encontraron con Franco, quien estaba de pie, sosteniendo un ramo de flores. Su expresión pasó de la sorpresa a la preocupación en un instante.

Alice se detuvo en seco, el mundo a su alrededor desvaneciéndose por un momento. La ansiedad y la sorpresa de ver a Franco allí, combinadas con el estrés acumulado, fueron demasiado para su cuerpo. Sintió que las fuerzas la abandonaban, y antes de poder reaccionar, su visión se oscureció haciendo que cayera al suelo.

Franco, con el ramo de flores aún en la mano, reaccionó instintivamente. Dejó las flores a un lado y corrió hacia ella, tomándola en sus brazos y llamándola por su nombre con urgencia y preocupación. Sin perder tiempo, sacó su teléfono para pedir ayuda mientras intentaba mantenerla consciente, pero Alice ya no respondía.

Hospital Universitario de Madrid

El suave pitido de las máquinas era lo único que rompía el silencio en la habitación del hospital. Franco estaba sentado al lado de la cama de Alice, sosteniendo su mano con suavidad. Sus ojos no se apartaban de ella, vigilando cada movimiento, esperando ansiosamente a que despertara.

La puerta de la habitación se abrió y el padre de Alice entró, visiblemente preocupado. Sus ojos se fijaron en Franco, y por un momento, ambos hombres se estudiaron en silencio. Franco se levantó, nervioso, pero antes de que pudiera decir algo, el médico entró, llamando al padre de Alice para hablar en privado. Franco se quedó a un lado, sintiéndose impotente, deseando poder hacer más por ella.

Pasaron unos minutos que para él parecieron eternos, y finalmente, Alice comenzó a moverse ligeramente, abriendo los ojos lentamente. Franco se acercó de inmediato, tomando sus manos con ternura y cubriéndolas de besos.

– Alice... – susurró, su voz llena de alivio y preocupación.

Ella lo miró, todavía desorientada, pero al sentir el calor de sus manos y ver la cercanía de Franco, una calma se instaló en su interior. Franco, sin dejar de sostenerla, acarició su cabello con cariño y le dio un beso en la frente, como si al hacerlo pudiera protegerla de todo lo que la había llevado hasta ese momento.

– Estoy aquí, no tienes que preocuparte – dijo Franco suavemente. –

Alice, con los ojos llenos de lágrimas, asintió débilmente, sintiendo que, aunque todo había sido demasiado abrumador, tener a Franco a su lado hacía que todo pareciera un poco más soportable.

Unas horas después, Alice, un poco más recuperada de aquel incidente en la oficina, se encontraba recostada en la cama de la habitación del hospital, con su padre a su lado derecho y Franco al otro. El padre de Alice miraba a Franco con una expresión que decía todo, mientras Franco, incómodo, intentaba evitar su mirada. Alice, al notar la tensión, se acomodó mejor en la cama y aplaudió suavemente para llamar la atención de ambos.

—Papá, ¿de verdad tienes que mirarlo como si fuera un ladrón? —dijo Alice con una mezcla de diversión y exasperación—. Papá, él es Franco, mi novio —lo señaló—. Franco, él es mi padre, Alonso.

—Mucho gusto, señor —saludó Franco, extendiendo su mano respetuosamente.

—Mucho gusto —respondió Alonso, sin ocultar el desagrado en su expresión.

En ese momento, el padre de Alice recibió una llamada y se levantó, dejándolos solos en la habitación.

—Créeme, él no es así todo el tiempo —Alice rió suavemente, tratando de aliviar la tensión, mientras Franco sonreía, aunque aún un poco nervioso.

—Me diste un susto... me imaginé lo peor —dijo Franco, ya serio y preocupado, tomando sus manos entre las suyas.

—Lo siento, hacía mucho que no me pasaba y tampoco quería que me vieras así... —respondió Alice, con la voz entrecortada.

—No es tu culpa, lo importante es que estás bien —Franco sonrió y le dio un beso en la mano. En ese momento, la puerta se abrió, revelando un ramo de flores que entraba a la habitación. Ambos miraron hacia la puerta, curiosos por saber quién era. Al bajar el ramo, se reveló el rostro de alguien que Alice no esperaba ver.

Alice, sorprendida, se quedó sin palabras. El rostro que apareció en la puerta era familiar, pero los ojos llenos de rabia de esa persona la desconcertaron. En cuestión de segundos, Alice sintió cómo sus propios ojos se llenaban de lágrimas, mientras Franco, sin entender completamente la situación, la miraba preocupado.

—Alice, vine a ver cómo estabas... pero veo que estás muy bien —dijo la persona. 

Mi Lugar Seguro | Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora