Lo peor de seguir trabajando en un restaurante casero de pollo frito luego de cinco años, es que sin importar cuánto perfume de rosas y champú de melocotón utilice, sigo oliendo a aceite requemado y ajo todos los días.
La única cosa que me mantenía allí era la amabilidad de la señora Yun hacia mí que calentaba mi corazón; ella me dio trabajo cuando más lo necesité. Eso y lo tierno que me parecía el gigantesco letrero mal escrito del negocio; Hapi Chiquen.
Usualmente los transeúntes desconfían de la calidad de nuestros alimentos con tan solo leerlo, pero los locales y clientes habituales lo encuentran bastante cómico. Después de mi cuarto mes ahí, llegué a la conclusión de que el deliberado error tenía que ver con el particular sentido del humor de mi senil jefa.
—¿Te contestó?—preguntó la señora Yun cuando entré cabizbaja por la puerta del callejón luego de mi descanso. Asentí. —Niña, ¿por qué sigues llamando a la bruja de tu madre?
—Es su cumpleaños, sería grosero no saludarla.
—Pero si nunca responde.
—A veces lo hace.—me encogí de hombros.
—Sí, como no...—se quejó, comenzando a manotear y azotar los tazones sucios en la gran tarja— Solo cuando tiene alguna queja, un reproche, o está tan ebria que no puede esperar para dar su tonta opinión sobre cualquier cosa que te haga sentir culpable.
—No se desquite con eso.
—¿Qué te dijo esta vez, eh? —viéndose más malhumorada que de costumbre, soltó el último trasto que tenía en la mano y se estiró por un puñado de palillos limpios. Me acerqué a abrazarla por detrás; un gesto muy nuestro.
—¿Para qué quiere saber?
—Tienes razón, mejor que no me digas. Vayamos a su casa, veamos si puedo sacarle los ojos con uno de estos.—Sacudió los palillos frente a mi rostro. Se los saqué de las manos.
—No. Si usted se mete en problemas, ¿quién se va a quedar conmigo?
—Cierto—se dio la vuelta para estar frente a mí —. Cariño, lamento que tengas a esa mujer por madre. Ojalá ella te hubiera botado en el basurero de la esquina, así yo te habría encontrado y criado como mía.
—No sé si está tratando de consolarme o solo insultándome.
—Un poco de ambas, cariño.—con su mano en mi espalda me guió de regreso al restaurante— No dejes que te afecte. Eres joven y tienes un montón de tiempo para hacer lo que sea que desees. La clave está en no escuchar el ruido exterior de quienes te rodean. Las personas siempre tienen opiniones sobre las vidas que no viven; sólo mantén la cabeza en alto y evita escuchar su mierda.
—Buen consejo. —Sonreí, sabiendo que sólo hablaba para evitar que yo sobrepensara respecto a un montón de cosas que ella ya sabía.
—¿Sabes lo que mi tía me decía cuando me intimidaban de niña?
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A pesar de todo, Min Yoongi.
Storie d'amore𝗟𝗼 𝗹𝗹𝗮𝗺𝗮𝗻 '𝗘𝗹 𝗠𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗮𝗺𝗼𝗿𝗲𝘀'; 𝗬𝗼 𝗹𝗲 𝗹𝗹𝗮𝗺𝗼: '𝗘𝗹 𝗠𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗧𝗶'. - Siete Veces Adiós. // La única razón por la cual los caminos de Ji Nahee y Min Yoongi se cruzaron desde que eran muy jóvenes, fue porque sus respect...