Capítulo 8 -La foto-

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La situación se habia vuelto cada vez más evidente con el paso de los días. Desde que el verano se desvaneció por completo empezé a notar pequeños cambios en la forma en que Marcos me miraba, cómo buscaba pasar más tiempo conmigo y cómo sus mensajes se volvían más personales y llenos de afecto, al igual que los míos, a medida que septiembre se deslizaba hacia octubre, esos gestos se hicieron más frecuentes y notorios.

Me acompañaba hasta clase, me recogía en la puerta, pasábamos tardes enteras en su casa, su padre ya casi me consideraba un hijo más, estuvimos sacando a Noa muchas tardes, cuando iba a su casa, Noa se ponía como loco moviendo la cola de la emoción, también soltaba algún que otro gruñido de alegría, casi podia entenderle sin hablar.

Ya era octubre, y las hojas empezaban a caer. Mis encuentros con él se llenaban de una calidez diferente, casi palpable. Notaba que su mirada se quedaba un poco más en mi, que su risa era más sincera cuando estaba cerca, y que sus palabras a veces llevaban un tinte de algo que no decían del todo. Comenzaba a darme cuenta de que sus sentimientos habían crecido, al igual que los míos, que había algo más profundo entre nosotros, algo que no era comparable con otras amistades pasadas, algo que lo superaba todo con creces.

El ambiente otoñal parecía reflejar la transformación de nuestra amistad, ahora teñida por un sentimiento que los dos luchabamos por ocultar, pero que se hacía más fuerte cada día. La complicidad entre nosotros había cambiado, y aunque todo seguía siendo igual en la superficie, sabíamos que algo importante había surgido en el fondo, algo que haría que la relación nunca fuera la misma.

Yo iba a terapia por lo acontecido en la fiesta, me había vuelto muy inseguro y odiaba cada ápice de mí cuerpo, por suerte, Marcos me estaba ayudando con eso, además de la doctora Sara Bennett, al llegar a la consulta empezamos a hablar de que no me tenía que avergonzar de mí cuerpo y mientras pasaban los minutos de terapia un mensaje llegó a mi móvil.

No pude evitar mirarlo y era él, una sonrisa se pronunció en mí de oreja a oreja, la dr Bennett no se quedó callada y preguntó quién había sido capaz de conseguir tal sonrisa de nuevo en mí.

Empece a contarle toda la historia que había detrás de esa sonrisa y la acabé con un, pero no quiero hacerme ilusiones ya que lo único que sé de él esque es hetero, por más señales e indirectas que me mande, no quiero acabar con la amistad porque realmente me importa demasiado, prefiero mantener la amistad por miedo a perderla, que a intentarlo y ganar algo más.

Con esas últimas palabras recogí mis cosas y al bajar estaba allí tal y como ponía en el mensaje, lo abracé, me sentía tan seguro en sus brazos, que me podría tirar horas seguidas así, su olor inundaba mi nariz, transmitía tanto calor que por unos segundos se me olvidaba que era octubre y estábamos a 14°C. Se separó de mí y me dedicó una sonrisa que como siempre sonrojaba mis mejilla, era imposible no hacerlo.

Nos dirigimos a mi casa, ya que tenía que hacer los deberes y él quería hacerlos conmigo porque así aprovechaba y le explicaba varias cosas.

Al llegar hicimos los deberes, estuvimos jugando mientras los hacíamos, unas sonrisas eran más que suficientes como para picarnos y acabar en el suelo haciendonos cosquillas, hasta que él acabó encima de mí, debido a su fuerza no podía moverme a penas, me quedé viéndolo a los ojos y estaba demasiado sonrojado. Una notificación en mi móvil nos despegó, era mi madre avisándonos de que él juicio se llevaría a cabo el próximo día.

Los recuerdos se apoderaron de mí, mi pecho se encogió tenía que volver a ver a ese miserable y no podía, no quería, mi mano empezó a temblar así que solté el móvil, lo dejé en la mesa y fui donde el piano, lo destapé y comencé a tocar.

Toqué una, dos y tres canciones, necesitaba paliar la ansiedad y con cada tecla que pulsaba era como si saliera poco a poco, al terminar la tercera canción, Idea 10 de Gibran Alcocer me di la vuelta para verlo y el se encontraba de pie mirándome con cara de embobado, sus ojos me miraban con orgullo, él me miró y me dijo.

-Jamas había oído tocar a alguien tan bien.
-Gracias... (Dije mientras sonreía)
-¿Qué te ha dicho tu madre?
-Nada... Mañana es el juicio.
-¿Quieres que vaya contigo allí?
-Si... Porfavor

Me abrazo y me dijo que todo estaría bien, yo no pude contener las lágrimas y rodaron por mis mejillas hasta tocar el suelo, él se aparto de mí y con su dedo me limpió las lágrimas se quedó mirándome y me soltó algo que no me hubiera esperado nunca, -jamas había visto unos ojos tan bonitos como los tuyos-, una sonrisa se formó en mi rostro, y el continuó diciendo -así me gusta, me encanta verte sonreir-, yo estaba ya tremendamente sonrojado mis mejillas ardían, mí corazón latia apresurado, quería, quería besarlo y en el fondo algo me decía que él también. Sin embargo un pitido nos separó al momento, era él telefonillo de casa, seguramente sería mi madre.

Fui a abrir la puerta y me despedí de Marcos, él me dedicó una sonrisa de las suyas y se fue calle abajo, sumergiéndose en la oscuridad de la noche.

Mi madre y yo estuvimos hablando de la terapia y de lo que pasaría mañana, costaba pensar en enfrentarse a él, pero sabía que mientras Marcos me acompañase estaría bien.

Cuando estaba por dormirme un mensaje llegó a mi móvil pensé que sería Marcos dándome las buenas noches o alguna amiga preguntándome ¿qué tal?, para mí sorpresa era un número desconocido. El mensaje era una foto de esas que solo se podía ver una vez, la abrí y las lágrimas brotaron de mis ojos,-Nononono.... Esto no puede estar pasando, porque a mí, ¿qué he hecho yo para merecer esto?.
Me envolví entre mis brazos me puse a llorar encima de la cama, esa foto, esa foto era...

El Invierno Que Descubrí El Significado De Amar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora