10 de Febrero de 2024
365 días
T/N
El último año ha sido un desafío constante. Mi vida con Yujin ha seguido su curso, como cualquier pareja joven. Sin embargo, la sombra de mi enfermedad nunca ha dejado de acecharme. He hecho todo lo posible por mantener mi vida normal, viajando entre Seúl y Pyongyang para someterme a los chequeos necesarios, pero nunca he encontrado el valor para contarle la verdad a Yujin.
Cada vez que regreso a Seúl después de una visita al hospital, intento actuar como si nada estuviera mal, como si no llevara este peso sobre mis hombros. Nos reímos, salimos, y hacemos planes para el futuro, pero dentro de mí sé que ese futuro es una mentira. desde el año pasado, los síntomas de mi enfermedad empezaron a manifestarse lentamente: la pérdida muscular, la debilidad progresiva, los hematomas que aparecen sin razón aparente... Todo me recuerda que el tiempo que me queda es cada vez más corto.
He ensayado tantas veces cómo decírselo, pero las palabras nunca salen. ¿Cómo le explico que la promesa que le a ella, de nunca dejarla sola, es una que no podré cumplir? Es el miedo a verla sufrir, a ver su dolor, lo que me mantiene en silencio. Sé que se merece saber la verdad, pero aún no puedo enfrentarme a la realidad de lo que eso significará para nosotros.
[...]
Cuando llegué al hospital, me llevaron directamente a una sala donde me extrajeron una muestra de sangre. Era un procedimiento al que ya me había acostumbrado; una revisión más para controlar el avance de la enfermedad que llevo dentro. A pesar de la familiaridad del proceso, esta vez había algo diferente en el ambiente, una sensación de inevitabilidad que no podía ignorar.
Mientras me preparaban para la extracción, mi mente vagaba entre recuerdos de momentos felices y pensamientos sombríos sobre lo que estaba por venir. Aunque el procedimiento fue rápido y rutinario, la espera por los resultados se sintió eterna.
Cuando finalmente me entregaron la hoja con los resultados, supe de inmediato lo que significaba.
Me queda un año de vida...
El peso de esas palabras cayó sobre mí como una losa, pero no pude sentir dolor o tristeza. Solo había un pensamiento que llenaba mi mente, y ese pensamiento era Yujin.
El pensamiento de Yujin fue inmediato y abrumador. La imagen de su sonrisa, la calidez de su voz, la promesa que le hice de estar siempre a su lado... Todo eso se desmoronó en un instante. No sabe nada de mi enfermedad; nunca tuve el valor de decírselo. Cada vez que intentaba contarle, las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta.
Le prometí que nunca la dejaría sola. Ahora, la realidad de no poder cumplir esa promesa me golpea con más fuerza que el propio diagnóstico. ¿Cómo voy a enfrentarme a sus ojos, sabiendo que la heriré de la manera más profunda posible? El dolor de dejarla, de no poder estar con ella en el futuro que imaginamos juntos, es más insoportable que la muerte misma.
[...]
Estoy de vuelta en Seúl...
Cada paso que doy hacia casa resuena en mi mente como un eco de lo que acabo de escuchar. La noticia que me han dado pesa en mi pecho como una losa. Solo un año más. Un año que se siente a la vez como un instante fugaz y una eternidad agonizante. Mientras camino por las calles familiares, me doy cuenta de que cada rincón está impregnado de recuerdos, y cada sonrisa que veo me recuerda lo que estoy a punto de perder.
Mis hermanas serán las primeras en saberlo. El pensamiento de sus rostros al recibir la noticia me atormenta. Chaewon, siempre la mayor, con su forma de protegerme como si fuera un niño pequeño; Minju, cuya risa es un bálsamo para cualquier herida, y Minji, que aún ve en mí al héroe de su infancia. Siento un nudo en el estómago al imaginar la mezcla de confusión y dolor que se reflejará en sus ojos cuando les cuente que la vida que hemos compartido, esas risas y lágrimas, pronto se desvanecerán en el aire.