Katherina...
Me levanto sintiendo un dolor punzante en mi entrepierna que me deja sin casi movilidad en mis piernas. Me estiro como puedo sintiendo el otro lado de la cama vacío.
Me lo imaginaba.
La habitación tiene las cortinas echadas dándole oscuridad a la habitación si no fuera por el móvil en la mesilla de noche del otro lado de la cama con la linterna apuntando hacia el techo.
Buenos mal, si me hubiera despertado a oscuras...
Me levanto lo más rápido que puedo intentando estabilizar mis piernas que tiemblan como gelatinas recordándome la noche anterior dándome un revuelo en el estómago sintiendo el deseo de la otra noche.
Fue la primera y la última vez, Katherina, recuérdalo.
Exactamente, cosa de una noche, ahora haremos que nunca pasó tal como él lo hará.
Miro el teléfono desconocido y voy hacia él agarrándolo y llevándolo fuera de la habitación desactivando la linterna.
¿Por qué habrá dejado ese teléfono así?
Miro la hora en la pantalla bloqueada y me fijo en que ya es de noche. Busco a...
Ahora que me fijo, nunca nos hemos dicho nuestros nombres.
Busco al mafioso por la casa sin encontrarlo así que voy abriendo habitación por habitación fijando de nuevo en lo hermosa que es la casa hasta que llego a una de las habitaciones y me fijo que es un gimnasio.
Él está de espaldas a mí haciendo dominadas con una camiseta de asillas dejándome ver cómo se tensan los músculos en su espalda y brazos dejándome embobada.
No me puede dar estas vistas después de lo que hizo esta mañana. Dios mío, no me reconozco.
¿Desde cuándo yo me fijo en hombres?
-Si ya has dejado tú modo acosador, podrías pasarme la toalla. -me saca de mi ensoñación y me fijo en que ni siquiera se ha dado la vuelta, me habrá oído llegar.
-Está a un metro tuya. -le digo porque no soy su criada.
No veo su cara, pero pondría mi mano en el fuego porque acaba de rodar los ojos.
- ¿Siempre has sido tan difícil? - me dice con su ya habitual actitud.
-No. -le respondo con sinceridad.
Todas las personas que he conocido me reconocen por lo dulce que soy o eso dicen, siempre me han dicho que soy una persona tranquila y dulce, una chica brillante.
Pero él saca una faceta de mí que nunca había conocido.
Agarra la toalla y se la pasa por los hombros acercándose a mí. Su cuerpo es una obra arquitectónica. Le extiendo el teléfono y el se lo guarda en la parte trasera de su pantalones.
-Has pasado todo el día durmiendo así que supongo que tendrás energía. -asiento. -Bien, porque irás al centro comercial a comprar ropa elegante, mañana empiezas como asistente.
Miro mi cuerpo dándome cuenta de que me había despertado ya vestida con mi ropa.
Me vistió.
-Es de noche, ningún centro comercial está abierto a estas horas. -le digo lo obvio.
Rueda los ojos, un día de estos se le van a quedar para atrás.
-Ya me he encargado de eso.
Claro, cómo no.
- ¿A qué hora debo estar en la oficina?
-Al mediodía es la primera reunión del día, te necesito ahí. Usa colores oscuros, adecuados. -me advierte.
-Sí, señor. -me burlo haciendo un saludo militar.
Simplemente me ignora como si no hubiera estado dentro de mí hace unas horas, no se le nota en lo absoluto, en cambio yo parezco Bambi.
-Dante te llevará, es tú chofer, pero también tu guardaespaldas, nadie sabe nada todavía, pero por si acaso no te separes de él.
-Bien. -asiento dispuesta a irme ya que me está tratando más seco de lo normal, pero me vuelvo hacia él. – No me has dicho tú nombre.
Su mirada es intensa cuando se vuelve a mirarme.
-Luka. Luka Brambilla.
Asiento, sonriéndole. Que él sea frío no significa que yo tenga que serlo.
Me doy la vuelta para irme, pero oigo su voz.
- ¿Y el tuyo?
-Dalia. -le respondo antes de salir por la puerta sin volver a mirarlo.
O ese es el nombre que me conviene que sepa.
(...)
Cuando salgo de la casa veo una camioneta negra aparcada al frente donde me espera el señor conduc... Dante. Lo miro con una mirada que lo mandaría bajo tierra si las miradas mataran.
Él me mira serio sin ningún arrepentimiento en la mirada.
Me subo en la parte de atrás cuando me abre la puerta sin dirigirle la palabra.
Entiendo que seguía ordenes de su jefe, pero no tenía que ser tan brusco.
Tú te negaste a ir.
Cierra la boca.
- ¿Disculpa? -lo oigo preguntar ofendido mirándome mal por el espejo y me doy cuenta de que hablé en voz alta.
-No, a ti no, a la voz. -me excuso, pero cuando escucho lo que acabo de decir me doy cuenta de que parezco una loca.
-Estás loca. -afirma volviendo la vista a la carretera que está desierta y oscura.
Efectivamente, pero él no tiene derecho a decirlo.
-Lo dice el que me drogó. -le recrimino.
Se queda un momento en silencio.
-Touché.
Una pequeña sonrisa ladina queda en su rostro y yo también sonrío procurando que no la vea.
Pasamos el resto del viaje en silencio, pero uno cómodo en el que se entendió la palabra que flotaba en el aire.
<<Tregua>>
(...)
Pasamos 3 horas en el centro comercial, elijo cada prenda de ropa minuciosamente con la ayuda de mi nuevo mejor amigo, el señor conductor.
Resulto que es un tipo serio pero muy agradable y con un estupendo gusto en la moda. Confabulamos en contra de su jefe eligiendo ropa elegante, pero de color, sabiendo que lo odiará.
No es hortera ni mucho menos, es elegante y bonita pero un fallo ocular en los ojos de Don colores opacos. Dante resulta ser una compañía divertida y antes de darnos cuenta, estamos bromeando y riéndonos.
Sobre todo, de cierto mafioso de mirada tenebrosa.
No se ríe en ningún momento, pero una cosa que he aprendido con los años, es que incluso los pequeños gestos en las personas más frías son los más sinceros ya que no se los regalan a cualquiera.
Así que simplemente disfruto riéndome, y él dando pequeñas sonrisas que intenta ocultar.
Así pasan otras dos horas en ese centro comercial que está completamente vacío como si solo estuviera abierto para nosotros.
Le pregunto donde pagamos todo y me responde que ya está todo pago. No me gusta aceptar dinero ajeno, pero al ser para el trabajo a regañadientes lo acepto.
Cuando terminamos le doy mi dirección y cuando llegamos a mi apartamento le doy las buenas noches con una sonrisa y entro.
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PELIGRO (Borrador)
RomansaUna bailarina. El jefe de la mafia italiana. Una relación falsa. Y muchos enemigos.