tercer capítulo La búsqueda de la motivación

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Me acuesto en ese viejo y polvoriento colchón, pero me siento incómodo por los resortes que tienen afuera. Me paro y trato de darle la vuelta para ver si la otra parte está mejor, pero me doy cuenta de una cruda verdad: ya le he dado tantas vueltas a este viejo colchón que ya de todos lados tiene resortes salidos. Así que lo único que puedo hacer es romper esos resortes y tapar esos huecos con mis cobijas.

A la mañana siguiente, todo está igual. Pero decido limpiar mi casa por completo, igual que cuando limpié mi consultorio. Mis ánimos estaban tan bajos que me costó demasiado limpiar mi casa, pero a los 4 días lo logré. Y, a decir verdad, una sensación de libertad y algo de emoción recorrió mi cuerpo. Pero soy consciente de que mi estabilidad emocional es tan frágil como una hoja seca.

Así que aprovecho este pequeño momento de motivación para intentar recuperar lo que fui antes. Hablo con unos contactos que tenía antes para ver si me pueden suministrar medicamentos, pero como una cruel broma del destino, por más que lo intento, nadie me contesta. Y pasan los días y nadie me contesta.

Pero sigo intentando. Esta vez no me debo rendir. Aunque una parte de mi mente me dice que nada tiene sentido, pero ya le hice mucho tiempo caso y mi vida solo se volvió una miseria. Así que no puedo seguir así.

Me levanto de la cama y miro al espejo. Me veo viejo y cansado, pero algo en mi interior me dice que todavía hay esperanza. Que todavía hay una chispa de vida en mí. Y esa chispa es lo que me hace seguir adelante.

Así que me pongo a trabajar. Empiezo a hacer llamadas, a enviar correos electrónicos, a buscar cualquier oportunidad que me permita recuperar mi consultorio y mi reputación. Y aunque es difícil, aunque es doloroso, sigo adelante. Porque sé que es lo único que puedo hacer para recuperar mi vida.

El Anestesista del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora