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Deuda de sangre


Lowen Voreoti (5 años)

Acaricié con suavidad la cabellera negra enredada de la niña que se aferraba a mí entre sueños. Su respiración era suave, acompasada, y sentí el leve peso de su cuerpo relajado contra el mío. Observé cada detalle de su rostro: las pestañas largas que apenas rozaban sus mejillas, los labios ligeramente entreabiertos, el leve fruncir de su ceño que parecía no abandonarla ni siquiera mientras dormía. Hice pausas, grabando en mi memoria cada gesto, cada línea, como si al hacerlo pudiera protegerla no solo de los peligros del mundo, sino también de sus propios miedos.

Al principio, esa sensación dentro de mí era desconocida, como un fuego suave que no quemaba, pero que se expandía. No sabía qué era, pero no me incomodaba. De hecho, me gustaba. Sentía un peso en el pecho, una urgencia, una necesidad de asegurarme de que ella estuviera a salvo, siempre. Instintivamente, la protegía sin entender por qué, se sentía correcto.

No tengo más dudas de que ella es mi hermana, mi única familia y ahora mi único recuerdo.

—Hermana... —susurré, mi voz casi inaudible. No esperaba que me respondiera, no mientras dormía. Aun así, sentí que me escuchaba, que, de alguna forma, sabía que estaba allí para ella, siempre.

Hace seis meses, en pleno invierno, había despertado en este nido de víboras. Al abrir los ojos, no sentí dolor ni confusión, solo una sensación extraña de vacío. Lo primero que noté fue a esa niña aferrándose a mí con tanta fuerza que incluso en su inconsciencia, su cuerpo buscaba el mío. Su contacto no me incomodaba, ni me asustaba. Mi cuerpo se mantenía tranquilo bajo su agarre, como si esa conexión hubiera estado allí toda la vida, aunque no pudiera recordar nada de antes.

Intenté recordar más allá de ese momento. Traté de alcanzar recuerdos perdidos, fragmentos que explicarán quiénes éramos, por qué estábamos allí. Pero cuanto más me esforzaba, más difusa se volvía mi mente, hasta que todo lo que quedaba era una certeza: esa niña era mi hermana. Lo supe de inmediato, aunque me faltaran las pruebas. Nuestras similitudes físicas, los pequeños detalles en nuestros rostros, parecían confirmar lo que sentía, pero por un instante dudé de ese recuerdo.

¿Era real o solo una necesidad desesperada de aferrarme a algo, a alguien?

¿Cómo podía confiar en una mente que ni recordaba su nombre?

¿Tenia uno?

Mi identidad estaba rota, incompleta. A veces, en los momentos de más calma, me encontraba tratando de articular alguna palabra que resonara en mi interior, un eco perdido en el vacío. Pero nada venía. Mi nombre era un enigma, una pieza de un rompecabezas que aún no podía completar.

Pero ya no me importaba. No necesitaba resolver ese misterio. Tenía una hermana y, en este mundo retorcido y oscuro, eso era todo lo que realmente necesitaba. ¿Qué valor tenía un nombre cuando lo único que importaba estaba justo a mi lado, aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello? Un nombre no me definiría, no cambiaría mi realidad. Mi identidad, ahora, estaba ligada a ella, a protegerla, a mantenernos juntos, y nada más importaba.

Hermanos Voreoti ━━ [Me convertí en la hija adoptiva del protagonista masculino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora