crossroads +18 [en proceso]

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N/A: Casa donde vive Lauren actualmente.

Le gusta vivir en medio de la naturaleza :)

(mi sueño frustrado)

POV Lauren:

5 años después

Estaba acostumbrada a despertar antes que los primeros rayos de luz, con el cuerpo dolorido y la mente alerta. Después de cinco años, mi rutina diaria se había vuelto tan natural como respirar, era como mi pan de cada día, aunque siempre había una parte de mí que se preguntaba si alguna vez dejaría de sentir el cansancio en los huesos.

La casa donde me encontraba me la había regalado Pietro. Él decía que era un lugar perfecto para endurecer el cuerpo y la mente, lejos de distracciones y comodidades innecesarias.

—Levántate, Lauren —la voz grave de Pietro resonó desde la entrada de mi cuarto. No había necesidad de que me lo repitiera. Ya estaba en pie, lista para otro día de entrenamiento.

— Hoy empezamos más temprano— continuó mientras me lanzaba una cuerda gruesa — Sube la pared del acantilado. Sin descanso—Sus ojos, fríos y calculadores, me miraron sin rastro de piedad. Sabía que no recibiría ni una palabra de aliento, y tampoco la necesitaba.

Tomé la cuerda y me dirigí hacia el acantilado. El viento frío me golpeaba el rostro, pero ignoré la incomodidad. Mientras trepaba, cada músculo en mi cuerpo gritaba de dolor, pero me obligué a seguir adelante. No era solo una cuestión de resistencia física; era una prueba mental. Pietro siempre decía que la verdadera fortaleza no se medía en músculos, sino en la capacidad de la mente para dominar al cuerpo.

Cuando finalmente llegué a la cima, mis manos estaban en carne viva, sangrando, pero no me detuve a mirarlas. Tenía que descender inmediatamente, y luego repetir el ejercicio hasta que Pietro decidiera que era suficiente. La rutina era simple, casi monótona, pero ese era el punto. El dolor, la fatiga, el sufrimiento... todo era parte de un proceso que me estaba transformando en algo más que una simple humana. Me estaba convirtiendo en una máquina de precisión, una herramienta letal.

Quería y necesitaba serlo.

Después de horas de trepar y descender, finalmente escuché la señal para detenerme. Mi cuerpo temblaba de agotamiento, pero me mantuve firme, esperando la siguiente orden. Pietro se acercó, observándome con ese análisis crítico que me hacía sentir como si pudiera ver a través de mi piel. A pesar de su edad, se movía con la agilidad de un guerrero joven.

—Bien— dijo finalmente, con un tono que casi podía considerar un cumplido. — Pero no te relajes todavía. Ahora, vamos a trabajar en tu puntería.

Me entregó un rifle de francotirador, uno de los primeros que me enseñó a usar, y me guió hasta un punto de la montaña donde había una serie de objetivos dispuestos a diferentes distancias. Sabía que lo que seguía no era simplemente disparar a dianas; Pietro había colocado varios obstáculos para dificultar la visibilidad y hacer que cada disparo fuera un reto.