Enorme Taza De Café

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Cuando lo conoció no sabía quién era, por lo que cuando le dijo que se llamaba Jacaerys y que en realidad estaba tomándose un tiempo del trabajo para poder saber si era a lo que se quería dedicar toda la vida, lo tomó como lo que le diría cualquier persona que deja su trabajo y se pone a viajar por el mundo.

Ahora recordaba aquellos días como algo sobrenatural, imposible de creer, como lo que sucede en las películas románticas, esas donde la protagonista conoce a alguien y lo toma por cualquier persona y lo trata hasta mal y de esa forma lo enamora.

Y no es que lo tratara mal en realidad, solo que antes de hablarle por primera vez criticaba un poco su forma de comportarse.

Pero el punto es que él no es la protagonista de una película y no va a enamorar a nadie. Por lo menos eso creyó al principio.

-Ahí está ese wey – le dice su mejor amigo y lo señala con un movimiento de cabeza. Ese wey era el joven atractivo que llevaba unos días tomando café en el mismo lugar, sentándose en una mesa pequeñita afuera del local, con la taza enorme que normalmente seria para el té, pero que él usaba para servirse más café de lo usual.

-Ay no puedo creer el nivel de pendejo que es, no se da cuenta de que esas tazas no son para café cuando es el único que se siente como si estuviera en el Starbucks bebiendo casi un litro de bebida altamente estimulante.

No puede evitar reírse porque la primera vez que lo vieron con su enorme taza se burlaron, pero como lo repetía cada vez fue obvio que no entendía que no eran para eso, que las tazas pequeñas eran para café porque no se debe abusar de esa bebida.

-Además ahora tiene una bicicleta y lo he visto casi tener unos diez accidentes en los últimos días, yo creo que piensa que anda en el parque. Definitivamente está todo pendejo.

Se vuelve a reír, porque recién lo vio andar en bicicleta el otro día y pedalea sin fuerza, se mueve de lado a lado de forma desordenada y no acelera casi nada, provocando que otros tengan que rebasarlo y si no ha chocado contra otros ciclistas o peatones es porque ha tenido mucha suerte.

-Bueno, es extranjero, ¿qué esperabas?

-Ay no sé, los turistas respetan, este pendejo cree que se puede quedar a vivir aquí y no entender nada de nada.

Su amigo se sienta a cambiar sus tenis por unos adecuados para correr, así que deja de prestar atención al hombre joven que bebe café y mira su celular. Por eso su amigo se pierde lo que podría causarle una mayor ofensa que la taza en la que bebe o la forma en que anda en bicicleta. De dentro de la cafetería sale un empleado, alguien que también llegó a vivir hace meses desde un país del sur, que también no entendía nada pero que se adaptó de forma más natural.

Hablan un momento, seguro le está pidiendo comida en lugar levantarse e ir al mostrador. Otro problema de los turistas es ese, los empleados no toman pedidos en las mesas, no es un mesero, es un barista. Pero como lo ve como un extranjero con problemas para adaptarse seguro que se ha compadecido de él.

-Ay no, ¿qué diablos hace hablando con mi novio?

-No es tu novio, sólo te gusta, pero no has tenido el valor de hablar más allá de un “¿me podría hacer un latte macchiato con tu leche?”

-Pendejo, sólo lo dije una vez, estaba muy putamente nervioso.

Se ríe de su amigo porque recuerda la cara del barista, como un ratoncito asustado porque no sabe si escuchó mal o simplemente se está burlando de él.

-Con una vez basta, ahora si te acercas al mostrador él te dice “¿quieres lo mismo que la otra vez?”

Se sigue riendo de la cara que pone, porque es la misma expresión de bochorno que ha impedido que pueda hablar de alguna otra manera y que tenga que conformarse con el mirarlo de lejos, desde el otro lado de la calle.

Midsommar SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora