🏐Cap. 26🏐

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Sobrada paciencia y necesario entendimiento (aunque esté empañado en amargura) recorren el cuerpo de un robusto castaño que observa a unos escasos metros como la belleza que lo apresa, se aleja

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Sobrada paciencia y necesario entendimiento (aunque esté empañado en amargura) recorren el cuerpo de un robusto castaño que observa a unos escasos metros como la belleza que lo apresa, se aleja...

Se aleja de su plan inicial de cortejar, de luchar para que pueda vencer la barrera que al rubio le impidió y le impide amar... Amar más allá del sexo, solo atendiendo lo que dicta el corazón y sin darle tanta parte a la razón.

Pero a medida que los segundos transcurren, toda fortaleza se desploma como si fuera un débil castillo de arena, dando paso a la resignación para luego repletar su cuerpo de una desmedida bronca en cuanto observa cómo lo rozan mujeres y hombres sin ninguna discreción.

Y se enerva, maldiciendo el instante en que Will creyó que sería buena idea avisarle que su amigo "tal vez buscaría problemitas". ¿Acaso no importa lo qué siente? ¿O cómo se siente? En ese momento, quisiera ir y darle la reprimenda de su vida pero luego recuerda que es un simple espectador en esta función. Un externo que solo lamenta lo que nunca sucedió y un patético bufón con el cual experimentan.

Sacude su cabeza de voces molestas y se concentra. Intervendrá solo de ser necesario aunque no le haga ninguna gracia verlo bailar en ese estado. Pero, por otro lado, bien sabe que el rubio necesita esto, liberarse de las cadenas que lo apresan haciéndolo pensar demasiado. Y aunque otros no lo entiendan, él, daría lo que fuera para poder ayudarlo.

Así que se pide una cerveza y se concentra. La morocha se ha corrido y otras/os han venido, pero el rubio, no ha vuelto a posar sus labios en ninguna boca más que aquella de la cual se retiró con cara de desagrado.

Aún así, no quiere pensar en la posibilidad de asumir que prefiere sus labios porque eso deberá afirmar aquel que está al borde del colapso, y por supuesto, estando fresco y no borracho.

Habría dicho el mejor amigo del rubio antes de dejarlo a su cuidado: "Ten paciencia hermano" Y cree, que a esta altura de la noche más que tener paciencia necesitaría un ansiolítico, porque en cuanto observa a un idiota apoyarle la entrepierna de forma morbosa, reacciona.

No puede frenar la bronca que le genera que no lo respeten estando en ese estado. Le enerva que haya personas a las cuales no les importe si la otra persona no está en condiciones de reaccionar en su defensa. Y así como lo piensa, acciona empujando lejos aquel tipejo que bastante fresco se apoyaba en su trasero.

Pero en cuanto el desubicado se levanta y observa el tamaño del castaño, maldice por lo bajo alejándose de inmediato. Por otro lado, unos adormilados ojos observan a Joaco sin un ápice de recato.

El bailarín ha caído y respira pausado ante el heróico acto que considera -sin darse cuenta- como "todo un semental indignado". Y como todo borracho, abre la boca y suelta a media lengua: —M-e c-calienta veeerte e-enojado.

Sorprendido, el punta se detiene a medio levantar al entender sus vocablos, y finaliza pegando su musculoso pecho al cuerpo del capitán de un solo y rápido salto.

—Te llevo al dormitorio, vamos...

Anuncia sin darle mayor importancia a lo que escuchó desde sus labios, pero es retenido por los dedos del rubio que firmes se afianzan sobre la musculatura de su brazo a medida que susurra: —B-baila cooonmigo... D-dale, no seeeas m-malo.

Por un momento, priva de visión a sus ojos pensando en el siguiente movimiento que debe realizar para sacarlo sin generar un escándalo, pero es sorprendido cuando nota la cálida lengua del capitán sobre su enchinado brazo.

De inmediato, observa y aleja al ser cachondo en que se convirtió su compañero de cuarto, pero sin tener en cuenta el libre movimiento de sus manos, así que larga un jadeo ahogado en cuanto el rubio aprieta sus testículos y con la otra mano; acaricia su costado.

Esfuerzo sobre humano necesitó el castaño para no tirarlo sobre la mesa y orinar sobre su cuerpo como en una especie de reclamo, sin dejarle más remedio que tirarlo sobre sus hombros como un niño malcriado a medida que soportaba los golpes y pataleos de "Bájame o te mato" entrecortado. 

Afuera del local, mete en un coche a su capitán teniendo que aguantar una que otra mala palabra a medida que Joaco se disculpaba con el chófer por semejante teatro.

Un par de metros y se escucha un hipido compungido, dando paso a un rubio que primero fue sumamente erótico, luego aguerrido y ahora, un indefenso niñato. Pero lo más sorprendente de todo, es que deja que el castaño lo atraiga y rodee con sus fuertes brazos.

Y ante cada segundo que transcurre, el argentino dedica arrullos como si fueran un mantra especial, sin dejar de acariciar cada fragmento al alcance de sus manos y dejando -cada tanto- afimeros besos sobre sus rubios cabellos.

En un momento dado, sus respiraciones se acompasan simulando un melódico canto en donde no se emiten vocablos pero se sientan en el tacto, creando un cómodo ambiente entre ambos en donde sobran las palabras. Y nuevamente, una rebelde lágrima moja el brazo del castaño, a lo que reaccionan en una fuerte toma por parte de ambos.

Implícitas maneras de consuelo percibe el intoxicado, respondiendo con más sollozos y un fuerte agarre de brazos. Porque Joaco sabe, que no es momento de cuestionamientos ni reclamos. Solo desea proteger a aquella persona que le enchina la piel, aún sabiendo, que puede salir lastimado.

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"Remate al corazón" (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora