🏐Cap. 27🏐

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Llegan al pasillo mediante insultos por lo bajo y alguna que otra reprimenda de parte del capitán que tratando de caminar sin ayuda del castaño, se dedicó a pelear con todo lo que "supuestamente" se movía a su costado, logrando que el punta no pue...

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Llegan al pasillo mediante insultos por lo bajo y alguna que otra reprimenda de parte del capitán que tratando de caminar sin ayuda del castaño, se dedicó a pelear con todo lo que "supuestamente" se movía a su costado, logrando que el punta no pueda contener sus sonrisas al verlo tan problemático -aún- estando en este estado.

Pero cuando llegan a su puerta, un acceso paralelo es abierto, diciendo: "¡Pero vecino! Usted sí que ahoga las penas". A lo que Joaco reacciona pegándose en la frente porque sabe bien lo que se viene: un jodido rubio culón que de pared a pared, pelea sin dar tregua al puño cerrado que solo se abre para sostenerse de la puerta o agarrar la camisa del contrario.

Y entre medio de sonidos risueños, se escucha un claro hipido lastimero que dicta un "Joaco... Joaco es mío" Dejando aún más abiertos los ojos del nombrado cuando el mariscal responde que si no le decía, nunca se habría imaginado. Apareciendo una burlona sonrisa dirigida hacia el castaño y en el mismo, un claro sonrojo marcado.

De inmediato, el punta alarga sus brazos y agarra la fina cintura de su debilidad para meterlo en el cuarto entre medio de manoteos y "déjame que lo mato", llevándolo directamente hacia el baño y sin darle tiempo a más nada que exclamar cuando la llave del agua se abre mojando al aguerrido enojado.

—Quédate quieto que te vas a lastimar... Necesitas despejar tu cabeza o el malestar, mañana será mortal —suelta serio el argentino a medida que retira -lentamente- la remera del "ahora más despierto" intoxicado. Dejando un silencio que solo lo atraviesa el ruido del agua y algún que otro jadeo de parte del empapado.

Y ante esto, el castaño eleva y encuentra sus ojos con la empañada visión del contrario. Sin saber bien cómo reaccionar ante una lengua que sale a provocar y unos dientes que apresan dejando hinchados unos anchos y rosados labios.

Y la tensión es tal, que solo pueden observarse como si fueran un elástico en su máximo punto de estirar, antes de tirarse a la pileta y no dar tregua a la razón o al que dirán.

Porque eso es lo que ocurre en el mismo instante en que los dedos de Joaco recorren con extremada premura sobre el relieve que marca la hombría de su compañero y sus bocas, inevitablemente, se chocan...

Se besan en un incansable y fogoso movimiento que roza lo insano cuando el rubio muerde y succiona introduciendo la lengua en lo profundo de la boca del castaño.

Y sin poder creer la manera en que su sistema reacciona, el punta pierde todo raciocinio -volviéndose aún más primitivo- sobre que sus caderas se chocan y se comen la boca de tal forma; que es imposible no jadear desesperado rogando porque el otro haga algo aunque no se atrevan a pensarlo.   

Pidiendo, no, exigiendo que sus lenguas conozcan cada recoveco del otro a medida que tratan de inspirar ante la maldita necesidad de oxígeno que les impide seguir inmolados en este creciente deseo que los consume sin parar.

Inminente apetencia que deja sus mentes en blanco cuando uno acciona -con suma prensión- sobre las caderas del capitán a medida que el otro pide -sin necesidad de palabras- que lo toquen aún más.

Que se quemen en el abrasador fuego que resulta imposible de parar cuando sus bocas cohesionan y explotan en millones de fuegos artificiales que solo los incitan a más.

A un mayor deslizamiento de las yemas de sus dedos.

A unas húmedas manos que no frenan sus movimientos cuando marcan el inicio de una sinfonía de eróticos jadeos.

Buscando marcar, o mejor dicho, señalizar, que todo lo que conforma sus atléticos cuerpos son de uso "único y exclusivo" para su compañero de equipo... Aquel rubio que se deja llevar por lo que quiere de verdad y aquel castaño que supo y sabe esperar.

En un momento dado, vuela la remera de uno y los pantalones de ambos que bajo un continuo y dedicado tacto, lograron manchar con la esencia del más puro deseo que emana de sus cuerpos.

De inmediato, unos fuertes brazos apresan el cuerpo del "despierto ante semejante necesidad" entre su complexión y los fríos azulejos, logrando que jadee desesperado por la continúa fricción de sus miembros y una inminente necesidad de tocarlo.

Así que desliza su mano y apresa esa caliente dureza. Sintiendo en la yema de sus dedos, cada relieve, cada protuberancia que remarcan esas venas que se encuentran al borde del colapso... Frontal mapa del castaño que solo incrementa su apetencia cuando no puede parar el ansia de probarlo con su lengua.

Lo siguiente que sucede es que se deja caer como un ferviente orador de la palabra dispuesto a rezar una plegaria que de credo no tiene nada, solo una primitiva necesidad que puede saciar si deja su mente volar y se dedica a disfrutar.

Pero un pequeño jalón en sus rubios cabellos lo frena. Y eleva su cabeza viendo en la mirada del argentino, el posible temor de hacerle daño ante algo que él, antes no se hubiera animado.

Pero contra todo pronóstico, en vez de amedrentar se envalentona, ya que la toma de sus rubios cabellos acciona un interruptor que prende fuego cada fragmento de su cuerpo.

Entonces, dejándose llevar ronco y profundo le suelta: —Quiero sentirte en mi lengua, pero necesito guía —apretando la mano que sostiene su cabeza.

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"Remate al corazón" (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora