Elisabeth, hija de Rapunzel y Eugene, siempre había sido aventurera.
Tras la llegada de los hijos de los villanos, su vida no volvería a ser como antes, sino mejor, y sería en cierto momento de pánico de Mal que ella vería una oportunidad para cumpl...
Disclaimer: antes de nada, vota porfa, ha sido muy difícil hacer el maratón.
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Evie y Elisabeth se levantaron al alba para pintar y empapelar todo lo que necesitaban en la casa, así como cambiar algunos suelos por madera. Tenían que hacer esto antes de que fuera por la tarde porque sino el local no estaría listo para colocar todos los materiales y muebles por la tarde.
Gracias a los cálculos de Evie, habían podido encargar las cosas donde el taller de Pinocho y con una rapidez impresionante, el carpintero tenía todo listo al día siguiente, así que lo primero que hicieron fue pasarse y recogerlo en una furgoneta con la parte de atrás descubierta para poder cargar todo.
Una vez que llegaron allí, se pusieron manos a la obra: Evie ponía el papel en las zonas donde habían decidido porque tenía mucha precisión, y Elisabeth por su parte pintaba la mayoría de paredes con tonos suaves para que no contrastasen mucho con los elementos que pondrían después.
Cuando las paredes estuvieron terminadas, pasaron a poner las baldosas de madera por todo el lugar, dándole un aspecto mucho más estético, y los azulejos en el baño para evitar que si se manchaba mucho, no se pudiese limpiar luego.
Ambas se fueron a comer con sus amigos después de la dura jornada, y más tarde, todos acudieron a lugar de trabajo para ponerse manos a la obra y amueblarlo todo, transportando los maniquíes, los hilos y las telas de Evie, y las pinturas, lienzos, papeles y mucho más de Elisabeth.
En la habitación de cristal de la princesa había un gran escritorio y varias estanterías con materiales, a parte de varios caballetes con lienzos a medio, y en el almacén muchísimas cosas colocadas perfectamente para saber en cada momento dónde estaba cada una.
En las habitaciones de taller habían puesto una mesa gigante en cada una donde fácilmente se podían sentar 20 personas fácilmente, con sus sillas correspondientes.
El salón contaba con una tele bastante grande y bastantes sofás muy cómodos con varios almohadas y mantas escondidas en los lados. También contaban con una mesita para poder dejar cosas.
En el piso de arriba habían seis tocadores con bombillas, que le daban un toque elegante a la habitación que habían pintado de rosa palo. Tras haber comprado unos cambiadores de madera al estilo princesa, los colocaron en una esquina de la habitación, y poniendo unos cuantos carritos con cosas para peinar y mucho maquillaje, todo estaba listo.
Mientras bajaban las escaleras, Elisabeth cayó en la cuenta de la existencia de la cocina.
-Por cierto, mirar esto- musitó ella mientras entraba por la puerta todavía invisible de la cocina, y saludando por la ventana.
