11. JAEHYUN

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Era viernes y habían pasado tres días desde que vi a Renjun y a Jia con su sobrecalentamiento, pero no porque no quisiera, había tenido doble turno en urgencias y luego, en mi tiempo real estando en casa, había pasado un número excesivo de horas afuera, tanto en el patio principal como en el trasero, solo por si acaso podía verlo, pero lo más cerca que estuve de ello fue ver su coche rojo irse por la calle hace una hora.

—Explícame otra vez por qué estás sentado aquí afuera planeando cómo toparte por accidente con nuestro vecino — dijo Mingyu a un lado de mí, hoy estaba en casa y había decidió que su actual misión de vida era andar pegado a mí como muégano.

—Solo quiero asegurarme de que bebé Jia está bien — expliqué de nuevo.

—Nop, sigue sin hacerme sentido —replicó y se dejó caer en el primer escalón de nuestro porche cerrado.

—Vive al lado, hombre. Ve, tócale la puerta y pregúntale si la bebé está bien.

—No puedo hacer eso.

Mingyu me miró de reojo y bufó.

—A lo mejor quieres preguntarle más aparte de si Jia está bien.

Volteé a mirarlo justo a tiempo para ver sus ojos en blanco.

—¿Qué más querría preguntarle? —pregunté a pesar de que era un pregunta discutible, ya que quería invitarlo a salir por un café o algo.

Mingyu me comprendía demasiado bien como para no ver lo que era esto.

—Descubriste que batea para tu equipo y quieres aprovecharte de él.

Mingyu paró los labios como soltando besos y lo golpeé fuerte en el brazo. Se rio de mí porque estaba hecho de piedra y mi triste puñetazo no iba a asustarlo. En su trabajo le decían «Tronco», pero Eunwoo y yo nos negábamos a llamarle así. Había sido Mingyu desde que éramos niños y ese era el nombre que se le quedó.

—Bueno, si todo lo que quieres es preguntar sobre la salud de la bebé y no estás interesado en el cuerpo de su papá, entonces a lo mejor voy y le pregunto si quiere ir a por algo de beber — Mingyu me sostuvo la mirada, pero los tres teníamos reglas y yo explícitamente declaré que lo había visto primero, aunque en realidad fue Mingyu quien lo hizo.

—Son las tres. ¿No tienes que estar en algún lado? — le pregunté y esperé a que se diera cuenta de que debería apresurarse para no llegar tarde a su turno. Se estiró un poco y luego se metió con paso lento. 

Ese era Mingyu, el gigante gentil y relajado, el que rara vez se alteraba, excepto cuando perdió a la gente que no fue capaz de salvar.

Cuando volvió a salir, en un uniforme que se ajustaba a su amplio pecho, me despedí de él y luego regresé a sentarme en el escalón para ver la tarde pasar; no estaba esperando por Renjun, para nada, me preguntaba si debería invitarlo  y a Jia a comer a la casa mi próxima tarde libre. «Sí, claro, una tarde libre completa. Eso seguro pasa dentro de una década».

Cuando un auto volvió por la calle y se estacionó en la entrada, yo ya iba hacia allá con paso decidido antes de que pudiera pensar en lo que estaba haciendo. Me vio mientras abría la puerta para sacar a Jia.

—¡Hola! — se oía cauteloso.

—¿Cómo está Jia?

No me estaba viendo a los ojos.

—Está bien, gracias.

Sip, era una de esas conversaciones en las que íbamos a ser educados, así que decidí tomar al toro por los cuernos.

—Te invito un café en el parque si quieres y claro si puedes — dije de manera indiferente que no engañaba a ninguno de los dos.

Se inclinó para levantar a Jia e imaginé que se estaba dando tiempo para pensarlo.

PAPÁ SOLTEROWhere stories live. Discover now