3. RENJUN

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Jia se despertó a las 05:00 y yo desperté ante el más mínimo sonido. Sus ojos estaban abiertos y estaba mirando el techo, sacudiendo las manos y enroscando las piernas. Se había movido mucho en el útero, eso fue lo que dijo la gestante subrogada y no tenía motivo para no creerle. En uno de los ultrasonidos a los que había asistido, la pediatra me mostró el corazón de Jia y sus deditos y señaló que tenía hipo mientras se movía. Había sido menos que real en ese momento, solo una promesa de algo que me iba a cambiar la vida para siempre.

Algo que podía planear. La mejor cuna, la carriola más ergonómica, un cuarto hermosamente decorado, fórmula, números de emergencia y veinticuatro libros de bebés, sin mencionar los mamelucos en todos los colores, sombreros, abrigos diminutos... La lista era interminable, me había equipado a la centésima potencia. No era como que supiera para qué eran la mitad de las cosas que había comprado y dudaba que fuera a necesitar la mayoría de ellas.

Me gustaría decir que estaba preparado, pero nada me habría preparado para el día que me entregaron a Jia. Ni siquiera la tonelada de libros que había devorado. Algunos de ellos explicaban que debería dormir cuando el bebé lo hiciera, pero ¿qué pasaba cuando estaba muy ocupado estando al pendiente de que mi hija siguiera respirando que no podía dormir
para nada?

Los libros no decían nada sobre el terror que me apresaba cuando yo era el único que podía ayudar a esta preciosa niña que era la dueña de mi corazón.

—Buenos días, Jia— murmuré.

Logré usar el baño y regresar antes de que los resoplidos y movimientos suaves delataran algo más insistente. Medí todo a la perfección, preparé un biberón e ignoré la llamada del café. Tal vez algún día sería lo suficientemente organizado como para preparar ambas cosas, pero ahora mismo, Jia era mi prioridad.

La llevé al solárium que daba de frente a mi patio y nos sentamos en el pequeño sofá que estaba ahí. Se bebió el biberón entero, sus manos se abrían y cerraban mientras bebía y después terminó. La mancha en mi camiseta azul marino era de esperarse y, aun así, me arrepentí de haber olvidado la toallita con los biberones. Un día lo haría como es debido, un día sería el papá perfecto.

En este momento, extrañaba a mi gemela, Yiren, y a su ruidosa familia. Jia y yo nos habíamos quedado en su cochera a media remodelación después de recogerla del hospital y durante seis cortas semanas tuve a Yiren cuando necesitaba ayudaba. Ahora era el momento de que yo comenzara una vida por mi cuenta, o al menos una vida donde solo éramos Jia y yo. Lluvia golpeaba el techo de cristal, un ruido relajante e hipnotizante, y acuné a mi pequeñita en el solárium, arrullados por el sonido.

—Te deseaba — comencé a contarle y me deslicé por el asiento mientras ella se acurrucaba en mí.

—Cuando el deseo se cumplió, creó un perfecto milagrito— Se movió un poco y atrapó mi pulgar en su puño, sosteniéndolo fuerte.

Solo seis semanas de edad y ya sabía que podía aferrarse a mí. Antes de ella, de verdad sentía que mi corazón estaba vacío, pero ahora éramos una familia.

—Somos tú y yo contra el mundo, Jia. —«Te amo tanto que el corazón me duele».

QUERÍA DORMIR, pero no podía; demasiado acelerado por haber sido despertado, entonces, abrí mi laptop con una mano y me puse al corriente con un par de correos electrónicos mientras bostezaba.

¿Cuántos otros padres había por ahí, incapaces de dormir y enteramente solos?

En concreto, ¿cuántos papás solteros?
¿Se sentían totalmente abrumados?

Cerré la ventana de mi email y abrí el explorador, atenuando el brillo de mi laptop cuando los ojos empezaron a arderme.

Luego tecleé «Nuevo papi soltero ayuda solo» en Google e hice clic en «Buscar».

PAPÁ SOLTEROWhere stories live. Discover now