13. JAEHYUN

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Regresaba de haber salido a correr cuando doblé la esquina y caminé directo a Renjun. Cuando decía «correr», en realidad me refería más a una caminata rápida, además de que solo fueron menos de dos kilómetros, pero me sentía más en forma hoy que ayer.

— Hola — saludé.

No pude evitar notar que sus ojos oscuros estaban enmarcados por gruesas pestañas y tenía una pequeña cicatriz en su ojo izquierdo. ¿Cómo no había notado eso antes? ¿O sus pestañas? Entonces, me di cuenta de que no me regresó la sonrisa.

— Yiren me hizo salir a caminar. Dijo que necesitaba aire. Creí que Jia necesitaba aire, no yo. Tengo veintiocho años, soy un maldito adulto, pero ella solo me miró y me dijo que Jia estaba bien con ella, que necesitaba que me calmara y que necesitaba que me diera el aire.

—Okay...

— Acaba de llegar con mi mamá, como si yo la hubiera invitado o algo. Yo no la invité. Luego, Yiren me miró y me dijo que necesita salir por aire. ¿Y si mamá sube y carga a Jia cuando no estoy ahí?

Momento. ¿Alguien necesitaba supervisar la visita de una abuela? ¿Qué era lo que Renjun no estaba diciendo?

—Las hermanas te dicen qué hacer — Me encogí de hombros.

Mis hermanas eran el principal ejemplo, llegaban al departamento que compartía con Mingyu y Eunwoo y limpiaban nuestro tiradero, chasqueando la lengua y hablando por lo bajo. Era muchísimo mejor que cuando la mamá de Eunwoo fue y llamó a un sacerdote para desterrar al diablo cuando encontró un paquete grande de condones medio vacío junto a la cama de su hijo. No habíamos necesitado un sacerdote, más bien un fumigador y que los demás vecinos dejaran de hacer tanto ruido.

—¿Lo hacen? — Renjun lo preguntó muy serio, como si mi respuesta fuera a resolver un antiguo acertijo o algo parecido.

—Y se preocupan demasiado.

Frunció el ceño ante mis palabras.

—Yo lo llamo interferir, —parpadeó

— al menos, eso creo. ¿Y si algo le pasa a Jia mientras no estoy? ¿Y quién diablos necesita tomar aire?

No contesté porque era claro que era una pregunta retórica.

—Entonces, ¿te vas a quedar aquí a tomar aire o quieres caminar?

Se me quedó mirando y pude darme cuenta de que seguía tenso y de seguro igual de cansado como lo había estado antes. Bajó la vista a mis tenis deportivos y sus ojos se abrieron como platos.

—¿Saliste a correr?

—Sí. No. O sea, caminé rápido. —Le di la espalda y di unos pasos hacia el parque.

— Anda, vamos.

No me siguió, así que me regresé para ponerme detrás de él y empujarlo un poco, este hombre necesitaba ayuda. No me fijé en que tan bien se veía su culo en esos jeans ajustados, tampoco en que sus hombros eran angostos. Nop. No miré nada. Cuando por fin comenzó a caminar en línea recta, caminé junto a él y lo guie directo al café en la esquina del parque, saqué una silla y lo animé a que se sentara.

—¿Un café?

Asintió y sacó su teléfono para luego teclear a toda velocidad.

Cuando me descubrí pensando en lo lindo que era, tuve que controlarme. Él estaba cansado, estresado y necesitaba un café. Yo podía hacer eso por él; con el billete de veinte que tenía en la banda de mi brazo lo compré, la crema y el azúcar aparte, acompañado de un pan tostado y mermelada y una rebanada de pastel de chocolate. Podía comerme lo que él no quisiera. También podía inclinarme y besarlo, quería hacerlo, pero se veía muy serio. Bajó su celular y se tomó el café como si fuera heroína y él un adicto en busca de su dosis.

PAPÁ SOLTEROWhere stories live. Discover now