capítulo 9

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Kageyama está empezando a quedarse dormido, olvidándose finalmente de sus esposas, cuando la puerta se abre de golpe. Levanta la cabeza con dificultad, sus brazos completamente entumecidos y su cuello dolorido, para ver a Iwaizumi mirándolo con los ojos redondos, y con razón; Tobio sabe que está completamente desnudo, acostado boca abajo y esposado a la cabecera de la cama, y ​​que su cuerpo tiene marcas de garras y moretones, además de los restos líquidos de una relación sexual muy agitada, por decir lo menos.

-Maldita sea, espetó el recién llegado sin, visiblemente, encontrar otra palabra.

Da un paso hacia la cama, se detiene y luego se pellizca el puente de la nariz. De repente:

-OIKAWA!

Kageyama salta, sus esposas chocan contra el poste con un ruido metálico insoportable.

-¿Sí, Iwa-chan? Oikawa pregunta inocentemente mientras entra a la habitación.  

Iwaizumi le lanza una mirada enojada, a lo que el ladrón simplemente sonríe; con un gesto brutal para señalar la cama y a Kageyama:

-¿Qué es eso?

-Eso ? Es Tobio-chan.

Eso.

Oikawa da un paso adelante y pasa su dedo por el muslo mojado de Kageyama.

-Ah, creo que esto es mío, dice con una sonrisa descarada.

-Me dijiste que me liberarías, finalmente se quejó Tobio.

Está exhausto, ya no siente los brazos ni las manos, su piel desnuda presionada contra el colchón áspero y empapado. Lo único que quiere es una buena ducha y ocho horas de sueño.

-¿Te gusta violar a nuestra rehén? Iwaizumi exclama furiosamente.

-Primero que nada, no lo violé, él consintió. En segundo lugar, Tobio estaba tratando de mantenernos alejados, así que lo até.

-Las llaves, exige su cómplice, sin parecer nada divertido.

Oikawa le lanza un pequeño llavero e Iwaizumi se apresura a desatar a Kageyama, cuyos brazos caen sin fuerzas a sus costados. El inspector se incorpora y se sienta, demasiado aliviado para sentir la vergüenza de su desnudez; se levanta torpemente los jeans e intenta dirigirse hacia el baño, pero le tiemblan las piernas y casi se desploma.

-Mira, no puede huir si ya no puede caminar, comenta divertido Oikawa.

-Yo lo vigilaré, dice Iwaizumi. Ve a preparar algo de comer para nosotros tres. Comestible, preferiblemente.

Oikawa se escabulle, ignorando la mirada asesina que le lanza Tobio. Poco a poco recupera sus sentidos y está a punto de encerrarse en el baño cuando Iwaizumi bloquea la puerta con su pie:

-Nada de eso. Yo me quedo contigo.

En este punto , piensa Kageyama. El cómplice se mete con él en el baño y se sienta en la tapa del inodoro plegada.

-Muéstrame tus manos, exige extendiendo las suyas.

Tobio mueve sus muñecas hacia adelante, sintiendo miles de hormigas corriendo por sus brazos. Están cortadas y huellas de sangre marcan las oscilaciones de las esposas a lo largo de su piel. Los dedos de Iwaizumi se ciernen sobre sus manos por un momento como si quisiera agarrarlas, pero cambia de opinión y frunce el ceño.

robarle el corazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora