La incertidumbre de alguien menor siempre puede generar la serotonina suficiente para la falta de motivación de alguien mayor.
Izuku Midoriya la conoció sin esperar nada a cambio. Kaina Tsutsumi, menos.
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Historia corta.
La serotonina influye en el amor al mejorar el estado de ánimo y el bienestar, promover comportamientos prosociales como la confianza, reducir la ansiedad y estabilizar las emociones, lo que fortalece las relaciones románticas.
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La brisa suave del amanecer acariciaba sus rostros bañados en un dorado mientras se encontraban sentados en la azotea del edificio más alto de la ciudad.
— Que lindo... —un tenue susurro salió de sus suaves labios rosados.
Desde allí observaron los nacientes destellos del amanecer. Entre sus labios pequeñas ráfagas gélidas de humo indicaban el frío amanecer que los acompañaba.
Izuku movió su mirada hacia su costado, donde de reojo observó como aquella sedosa y larga cabellera morada besaba con delicadeza el rostro de la chica. Una sonrisa se dibujó en su rostro bajo sus pecas y en un movimiento rápido, dejó en segundo plano aquel cabello y ahora eran sus labios los que se robaban la suavidad de su mejilla sonrojada.
Kaina lo observó con una vergüenza sutil — ¿Hay algún motivo? —Kaina no se avergüenza por cosas tan banales, pero Izuku lograba hacer que se avergonzara por cosas tan banales.
— No lo hay... —sonrió observando a la chica. — Pero si tuviera que inventar alguno, sería que antes de morir de cualquier manera me gustaría hacerlo bajo tus labios.
Aquella sonrisa se esfumó al instante en que sus labios chocaron delicadamente. Kaina no se acostumbraba, aún así pasarán años.
La chica tomó con suavidad la mejilla rosada del chico con pecas y la acarició. La mirada morada llena de vida lo observó con amor y un suave suspiro salió de sus labios, dejando caer su cabeza sobre el hombro de Izuku.
— Jamás creí llegar hasta aquí... —Kaina mencionó acurrucándose un poco más en el chico.
— Ni yo, es muy alto este edificio...
Kaina golpeó con suavidad su brazo e Izuku dejó salir una suave risita de sus labios. Una suave silencio los invadió mientras los rayos del sol se hacían más presentes en sus ojos, iluminándolos de nuevos sueños.
— Yo si lo creía. —Izuku rompió el silencio obteniendo la mirada de rojo curiosa de Kaina. — Estoy tan enamorado de ti que haría de todo para tenerte. Dos años más, diez años; toda una vida...
La chica se mantuvo en silencio. Cerró sus ojos y dejó que aquella ráfaga de viento gélido de un nuevo invierno acariciara su rostro.
— ¿Recuerdas la vez que fuimos a aquel parque de diversiones?
Izuku la observó con una ligera sorpresa y al analizarlo, sonrió al instante.
— ¿La vez que la policía te sacó a patadas porque habías golpeado a un anciano disfrazado de ratón gigante?