1963

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Cinco años. Cinco desde que sus pies paseaban por aquellas calles. Desde que sus charlas con Claudia y Carmen se alargaban toda la noche. Cinco años desde que los ojos de Marta de la Reina se colaron en el pecho y asaltaron todo lo que estaba en su camino.

Las paredes de la colonia tenían demasiadas historias marcadas en piedra, las vidas de todos se habían desarrollado demasiado deprisa, se sentía como regresar a casa, el único problema es que ya no eran los mismos abrigos los que esperan colgados en la puerta.

Fina divisó la tienda de Perfumerías de la Reina. Respiró tan hondo, que el aire se agolpaba en los pulmones con demasiada fuerza. Dio tres pasos hasta la entrada y tardó diez segundos en reaccionar hasta que consiguió dar el siguiente paso para entrar definitivamente.

-Bienvenida a perfumerías de la Reina. Un segundito y estoy con usted.

La voz inconfundible de Carmen se coló entre todos los huecos de Fina. Parecía un sueño, uno bastante real.

-Buenos dia...s

-Si hubiera querido dejarte muda, habría entrado a caballo- Fina se rió débilmente y seguidamente sintió el cuerpo de Carmen aplastar al suyo con fuerza; los hombros de su amiga se sacudían mientras sentía que las lágrimas iban a hacer acto de presencia en sus ojos.

-Dios mio Serafina Valero, te juro que te voy a matar por no avisarme que ibas a venir- Carmen se retiró intentando limpiarse los ojos de las lágrimas.

-Es que sino no era una sorpresa.

Ambas se quedaron unos segundos mirándose y sonriendo. Se agolpaban todos los recuerdos, las risas, las lágrimas, los abrazos y todas aquellas noches discutiendo del amor.

-Fina, estas...- Fina levantó la ceja divertida- Preciosa cariño, que bien te trata la vida. Me alegro tanto.

-Calla, igual que a ti. Estas divina - se abrazaron de nuevo.

-Pero bueno, ¿qué haces aquí? ¿La vida en París no te gusta y por eso has decidido volver?- Fina se ríe y niega con la cabeza.

-Ya me gustaría a mí volver con vosotros. Os echo tanto de menos...- se recompuso y miró a Carmen- He venido por negocios. La casa Guerlain me ha enviado porque como saben que trabajé aquí, y conozco los productos quieren ver si vale la pena unirnos con Perfumerías de la Reina.

-Uy, pero ¿y este poderío? Ahora mismo quiero salir a decirle a todo el mundo lo bien que te va.

Vuelven a reír, una y otra vez. Poniéndose al día de todo, de la vida, del clima, de su familia y del hijo de Carmen y Tasio.

-Como me alegro Carmen, está enorme- deja caer el pequeño colgante donde Carmen tenía una foto del niño- Qué ganas de verlo.

-Pues no se diga más, cuando tengas libre te vienes a cenar con nosotros y así nos pones al día de TODO.

-Pues claro, lo estoy deseando- Fina acaricia la mejilla de Carmen con el cariño tan grande que le guarda a su mejor amiga.

-Bueno ¿como has visto a tu padre? No veas con Isidro, tiene energía para enterrarnos a todos.

-Eso ni lo dudes. Vengo de verle. He parado en su casa en cuanto he pisado Toledo. Lo he visto tan feliz... Pasaré estos días en casa, así que él está encantado.

-Seguro que si... Bueno, ¿en qué te puedo ayudar? ¿Necesitas algo doña Fina?- Fina le pega un pequeño manotazo a Carmen.

-No vuelvas a decirme eso- Carmen se ríe ante la broma- He venido a proponerle una oferta muy especial a Perfumerías de la Reina y tengo...

-Que hablar con mi jefa- los ojos de Carmen ruedan con ironía y Fina asiente con desgana.

-Marta de la Reina es la mejor en su puesto. Ha expandido bastante el negocio desde que se hizo cargo de todo, es la cabeza de cartel. A mis jefes les encanta la publicidad y el poder que tiene la marca De la Reina en España.

-Pues te deseo suerte amiga. Apenas baja por aquí, ya no sabemos ni cómo es su cara.

-Bueno, creeme que yo si me acuerdo. Sobretodo la enfadada.

Fina sintió que el pecho se comprimía con cada latido que el corazón hacía al bombear sangre. Observó a su amiga, observó la tienda y un escalofrío le entró por el cuerpo.

-Fina... Yo solo quería decirte. No sé las noticias que te llegaron a París. Pero Don Jaime...

-Si. Me lo comentó mi padre.

-Cuando decidisteis... Ya sabes, acabar con lo vuestro y te marchaste. Jaime y Marta se empezaron a llevar mejor, al menos eso parecía. Pero esa felicidad no duró mucho, pobre. Lo que quiero decir es... que la Marta que recuerdas, ya no está- hizo una pausa bastante larga- ¿Sigues pensando en ella?- Fina se tomó otra más larga.

-Bueno, ha pasado mucho tiempo... Todo eso quedó atrás.- se recompuso- Lo que me toca ahora es ir a su despacho, así que deseame suerte- cruza los dedos delante de su amiga.

-Si quieres que llame a la policía solo tienes que decirmelo.

-Carmen, hija, que yo sé que es tu jefa y habrá pasado mucho tiempo pero tampoco es eso- le da un golpecito en el hombro y se marcha por la puerta de la tienda.

Carmen mira por última vez la puerta y se pone la mano en el pecho y respira suplicante. Definitivamente Fina no sabía en que boca se iba a meter.

__

Marta de la Reina revisaba papeles, montañas de ellos en realidad. Pensaba que la vista le estaba fallando después de notar que las letras se juntaban más desde hace una hora. El sol se colaba por los huecos de los ventanales del despacho, las pequeñas flores del florero que descansaba en la mesa apenas tenían la vida que solían tener.

Algo pareció cambiar, un pequeño perfume ligero que parecía colarse como un huracán en la sala. Ya lo había percibido varias veces en su vida, era extraño, un recuerdo, aunque ahora parecía uno bastante vívido.

"Otra vez no, déjame".

La esencia era cada vez más intensa, se le acomodaba en la piel, la sentía en los labios y la saboreaba en su boca.

"No eres tú, no eres tú, no eres..."

Sintió el sonido de la puerta abrirse, abrió los ojos y Rosa estaba en el quicio.

-Señora, el contacto que solicitó con los perfumistas de París ha llegado.

La vió, con sus ojos, pero parecía que la había visto un millón de veces antes. Con su piel, con su risa, con cada fibra de su alma. Serafina Valero estaba detrás de Rosa con una sonrisa de lo más arrolladora y con el vestido más bonito que había podido verle jamás.

"Es un sueño, como todos los demás, como todas las veces que la veo en el reflejo de todo. Es solo eso, un sueño Marta".

Fina entró con paso firme, un bellísimo vestido azul comprado en las mejores tiendas de París y el rostro rígido por su seriedad.

"¿Qué haces aquí?".

- Marta de la Reina. Un placer saludarla de nuevo.

Oh, y claro que era ella. Real, irresistible y rebelde. Marta parecía estar echando el aire que llevaba conteniendo en los pulmones desde hacía años.

"¿Como te atreves siquiera a pisar el mismo suelo que yo?"

El día que encontré a PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora