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Los rayos del sol se colaban a través de las ventanas. El invierno había dado un respiro justo en ese momento. La tarde se quedaba en calma por los pocos momentos que le quedaban a la luz del día.

El olor al café recién hecho de la tarde se colaba entre los huecos de la casa de los De la Reina. Todo parecía en silencio, solo un pequeño repiqueteo sonaba desde la cocina de la casa grande. La cuchara de una taza removiendo el liquido negro. Isidro miraba a la nada mientras bebía lentamente de la taza.

-Padre...- la pequeña Fina de siete años entró en la cocina y miró a su padre.

-Hola cariño ¿qué te ocurre? ¿porque me traes esa carita?- Fina llegó a su lado, se colocó delante de su padre con una pregunta entre las cejas.

-Es que... Me gustaría salir a jugar al patio.

Isidro echa un vistazo hacia la ventana y mira de nuevo a su hija. No puede negarle nada, su mujer se lo recuerda siempre. Sonríe hacia la pequeña y asiente para dicha de la niña, que no puede sino abrazar a su padre.

-Pero - levanta el dedo y calma su emoción- Voy a estar vigilándote. Empieza a refrescar fuera así que quiero que te pongas el abrigo- Fina puso un mohín- No me mires así, si te resfrias tu madre nos mata a los dos. Además, te quiero dentro de la casa en una hora.

-¿Cómo voy a saber cuando ha pasado una hora?- Isidro levanta el dedo y del bolsillo saca un precioso reloj y se lo da a su hija.

-Mira, ¿ves esta manecilla grande?- la niña asiente- Cuando llegue al doce y la aguja pequeña al cinco tendrás que estar entrando por esa puerta- señaló la puerta de salida- ¿Puedo confiar en ti?

Fina asintió con mucho esmero. Isidro besó la coronilla de su hija y le dio el reloj de bolsillo. Corrió a toda velocidad para coger el abrigo y salir al patio trasero.

-Oye, ten cuidado Fina. Te puedes caer- Digna apareció justo en su camino y entró en la cocina mirando a Isidro- Tu hija parece un terremoto, entre eso y lo rebelde os volverá locos- Isidro ríe.

-Son niños, tienen que correr y jugar para eso están en la edad. Por cierto Digna, ya que estás aquí- La mujer cruzó la mirada con él- ¿Podrías estar pendiente de que Fina entre en casa a las cinco en punto? Está oscureciendo cada vez más pronto y no quiero que se quede demasiado fuera.

-¿Es que te vas?

-Si, tu hermana quiere ir a por ciertas cosas a Toledo. ¿Te importa?

-No te preocupes. Los chicos se han quedado jugando con Andrés, estaré pendiente a Fina. Justo hoy se ha llenado la casa de niños.

-¿Y eso?

-Marta también ha traído a unas amigas de su clase, están en el patio con ella. Además Damián está en su despacho y ha pedido expresamente que nadie le moleste. Espero que no tengamos que lamentar ningún grito hoy...

Isidro ríe y asiente con gratitud, deja la cocina mientras Digna se sirve un café.

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Uno, dos, tres...

Fina miraba el reloj de su padre a cada minuto que pasaba y lo volvía a guardar en su bolsillo. Entusiasmada por como el segundero corría a una velocidad vertiginosa y eso que solo habían pasado dos minutos desde que había salido por la puerta del patio.

Mientras cogía su juguete e imaginaba todo un mundo de aventuras y deseos, la luz cálida del sol la protegía de todo cuanto podría provocar algún escalofrío en su cuerpo.

La niña volvió a mirar el reloj, dos minutos más desde la última vez que miró.

- Vaya, además de oler a ollin de coche resulta que eres una ladrona.

El día que encontré a PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora