Ucrania

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Kelly: 

Salí del quirófano y me dirigí a los vestidores, lavándome y cambiándome con rapidez antes de revisar mi teléfono. Tenía cuatro llamadas perdidas de Mijaíl y un mensaje que me hizo sonreír al instante. Sabía que debía ser algo importante, pero al leerlo, sentí una mezcla de tristeza y frustración:

*Krasiva, tengo que viajar a Moscú esta misma noche. Surgió un imprevisto con Faddei. Quería verte, aunque sea escucharte. Lo siento, no quiero irme pero debo hacerlo. Quiero que te cuides hasta que regrese. Te voy a extrañar como un loco. Te quiero.*   

Me senté y leí el mensaje varias veces. Me dolía que se fuera sin poder despedirse en persona. Decidí responder al instante para que lo leyera cuando pudiera:

*Cosaco, cuídate mucho. Tranquilo, estaré bien. Te voy a extrañar. Por favor, cuídate mucho. Te quiero.*

Guardé mi teléfono y salí con el ánimo hundido, lamentándome por no haber atendido sus llamadas. En el pasillo, Maddie se me acercó.

—Tu precioso novio estuvo aquí hace unos veinte minutos aproximadamente. Dijo que debía tomar un avión y que mañana por la tarde te llamaría —me dijo Maddie, dándome una noticia agridulce. Era increíble, pero otra vez no pude verlo.

—Humm, sí... me escribió. Quizás mañana podamos hablar —dije mientras encogía los hombros, resignada.

—¡Oww, te tiene calada hasta los huesos! ¡Estás triste, se nota en tus ojos! —me comentó Maddie en voz baja. Ella sabía todo sobre nosotros y era prácticamente mi mejor amiga, además de ser la persona más discreta del mundo.

—La verdad es que sí... pero es información que no pienso hacerle saber —le respondí, guiñándole un ojo.

 Reímos juntas y continuamos trabajando. Debía intentar sacar a Mijaíl de mi mente. Hasta hace poco no echaba de menos a nadie, pero ahora, gracias a este maldito cosaco, solo pensaba en él.

Al llegar a casa, dejé mi bolso y tomé a Cual en mis brazos. Le di un beso en la frente a mi hermana y me dirigí directamente a mi habitación.

—Kell, eso es a las cinco de la tarde. ¿Estás bien? ¿Mijaíl hizo algo? Lo mato, en serio —dijo Blanca, entrando detrás de mí mientras quitaba mi ropa para ir a ducharme.

—Tranquila, no hizo nada. Solo tuve 24 horas locas y muy ocupada, no pude descansar nada. Quiero una ducha y dormir —le expliqué. Blanca asintió y se fue a correr las cortinas para oscurecer mi habitación.

—Te despierto cuando llegue. Te quiero y descansa —me dijo mi hermana desde fuera.

—Gracias, Blanca —respondí antes de entrar en la ducha. Me di una ducha larga y luego me tiré en la cama. Amaba esos momentos de tranquilidad, la habitación completamente oscura y la casa en silencio. 

Me tomó solo dos minutos quedarme profundamente dormida.

Un sonido lejano de mi teléfono me despertó, pero estaba tan cansada que apenas podía abrir los ojos. Lo tomé y miré con un ojo entrecerrado: era Jeff. Sin darme cuenta, me volví a dormir. Cuando el teléfono sonó nuevamente, atendí con los ojos cerrados, tratando de poner en funcionamiento mi cerebro.

—Jeff, estás llamando a la equivocada. Te di 24 horas. Si no es de vida o muerte, voy a colgar y seguir durmiendo —dije, sintiendo que el sueño me vencía nuevamente.

—Krasiva, quiero creer que sueñas con tu trabajo y no con Jeff —la voz de Mijaíl me despertó de inmediato. Me senté en la cama.

—¡Mijaíl! ¿Cómo estás? Oh, no, no, es que Jeff me llamó y no atendí porque estaba durmiendo. Pensé que llamaba de nuevo —le dije, restregándome los ojos para despejarme.

El lado opuesto del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora