Asesina

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Ziora abrió los ojos con pesadez. 

Sobre su cabeza nevaba levemente, casi con dulzura los copos de nieve revoloteaban hasta caer en silencio. Todo estaba en calma, no había ningún sonido estridente ni ninguna bestia que quisiera engullirla.

<Que tranquilidad, no siento nada. La muerte es hermosa, no hay dolor, ni siquiera siento dolor, tampoco siento mi cuerpo.>

Siguió contemplando la nieve caer mientras sentía paz. Pero un pensamiento cruzo su cabeza como un rayo.

<No sabia que nevara en el paraíso... ¿sera este el cielo de los gigantes? o... ¿habré aterrizado en el de los humanos?>

Como un acto reflejo Ziora se incorporo para contemplarlo, pero desistió de inmediato al sentir un millar de punzadas de dolor repartidas por todo su cuerpo. La muchacha contemplo su cuerpo magullado y lleno de cortes y moratones. Lo primero es que estaba debajo de una enorme mancha de "nieve roja" y lo segundo es que no había ni rastro de la hidra, pero por suerte la joven mantenia todas sus extremidades en su sitio. Entonces pensó.

<Esto no tiene sentido, debería haberme desangrado, me traspasaron la pierna con una flecha.>

Busco la herida con sus manos temblorosas y encontró un montón de hielo rojo que tapaba la herida.

<La sangre se congelo... que forma mas estúpida de sobrevivir.>

Ziora comenzó a reír sin saber muy bien por que, quizás era por nada, quizás por la extraña forma en la que había sobrevivido, o tal vez era solo por el echo de seguir con vida.

Comenzó a hacer memoria mientras se incorporaba. Le dolía el cuerpo, sus articulaciones estaban frías y acartonadas. Sintió un grave y profundo dolor en la cabeza seguido de nauseas como si una enorme maza le hubiese golpeado la cabeza cuando se sentó sobre la nieve. Le costaba moverse y temió que el interior de sus piernas se hubiese congelado también dado su rigidez.

< ¿Que paso...? Estaba corriendo mientras huía de esa bestia blanca... ¿y cuanto tiempo habré estado inconsciente sobre la nieve?>

Un destello de memoria afloró a su dolorida cabeza que se quejaba y se negaba a darle respuestas sin un intercambio equivalente de dolor.

Cronicas ElementalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora