El Hijo del fuego 3

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Mientras Shalazar ponía en orden sus pensamientos unos pasos decadencia rápida y pesados inundaron el lugar con su sonido.

"Aaaahhhh... maldicion se acabo la paz."

Shalazar no hizo nada por esconderse, al fin y al cabo no se podía decir que un balcón fuera propiamente dicho un escondite.

- Señor...

Shalazar reconoció la voz al instante, era Kamul.
Por el sonido el joven príncipe estaba seguro que Kamul había echo una reverencia.
Hacia ya algún tiempo que sabia que Kamul hablaba mal a sus espaldas cuando bebía junto con los soldados. Mas de una noche el soldado de la guardia real e instructor de Shalazar había descrito a sus compañeros, cuan estúpido y torpe era el príncipe, alegando que nunca llegaría a ser un buen rey.
En una ocasión, en un descanso Shalazar le hablo de las forjas mágicas de los elementales de aire, ocultas en islas flotantes entre las nubes. Contaban que en las forjas perdidas habían tesoros, y espadas forjadas con aleaciones imposibles, de una ligereza y dureza excepcionales. Piezas de artesanía irrepetibles, perdidas en las brumas del olvido.
Kamul se había limitado a asentir con la cabeza, y de vez en cuando miraba al infinito, como si no hubiera nadie hablándole.

- Hacer espadas con esos metales era la menor de las ocupaciones de esos herreros. Piensa en las maravillas que se podrian lograr. Mejores fraguas, desmontables y portátiles. Y la ropa!! Si fuera mas ligera podríamos vendérsela a los humanos... seria el resurgir de nuestro imperio!!

Decía Shalazar claramente emocionado. A lo cual contesto Kamul claramente aburrido.

- Esas forjas no existen, nadie las ha encontrado. Ademas no creo que existan tales islas flotantes.

Shalazar no se rindió, y volvió a la carga con nuevos argumentos. Aunque como siempre, con moderación, pues sabia que no había otra cosa que interesase a los elementales de fuego que la guerra. Y el caso de Kamul era el mismo, sus aficiones eran pocas: presumir delante de las mujeres de su fuerza y hombría, intentar hacer parecer a los demás idiotas a su lado, beber, luchar y de vez en cuando salir de caza. Su mundo era tan pequeño y raquítico que solo con pensar en ello Shalazar se sentía hastiado.

- Bueno, quizás tengas razón, pero entonces... como es posible que la emperatriz tenga uno de esos golems?

- Es muy sencillo. Porque no lo tiene.

-Pero las historias dicen que hay un golem esperando dormido al despertar de la emperatriz. Dicen que fue forjado por los elementales de aire. Quizás fue forjado en la mítica forja perdida.

-Aahhh... las historias cuentan muchas cosas. No hay que hacerles caso a todas. Sois muy joven aun mi principe, ya lo comprendereis a su debido tiempo

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