𝐒𝐎𝐔𝐋𝐌𝐀𝐓𝐄𝐒 | ❛Solo la luna y las estrellas son testigos de cuántas veces las mire esperando por ustedes❜
Alban Longbottom un joven mago de 18 años que fue criado en Francia lejos de su familia por el peligro que estaba arrasando con Reino Un...
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Mientras contemplaba el paisaje por la ventana, Alban jugaba con sus manos, enredándolas en un nervioso vaivén. Tout va bien, se repetía mentalmente, convencido de que todo saldría a pedir de boca. Reencontrarse con sus padres y volver a un país que no había pisado en diecisiete años, todo estaba bajo control. Sí, claro...
Bien, no.
Nada estaba bajo control. Alban estaba a punto de experimentar un colapso nervioso mientras el tren lo llevaba hacia Inglaterra. Sus ojos estaban fijos en las pequeñas casas rurales que pasaban tan rápido que le provocaban jaqueca, o tal vez era simplemente su ansiedad hablando. Al final del día, había heredado ese rasgo inquieto de su padre.
Suspiró al pensar en su familia. No es que Alban los odiara, jamás podría hacerlo, pero no podía evitar sentir un dejo de resentimiento por el hecho de haber sido apartado de ellos. Comprendía la razón, por supuesto: un mago tenebroso rondaba Inglaterra y sus padres decidieron enviarlo a Francia para protegerlo.
¿Mais pourquoi, no se fueron todos juntos a Francia? ¿Por qué solo él tuvo que vivir lejos? ¿Por qué fue solo Alban quien tuvo que presenciar cómo su tía se desmoronaba y moría, después de que sus almas gemelas la rechazaran?
Respiró hondo, tratando de calmarse. Le quedaban menos de quince minutos para llegar, sabía que lo esperaban en la terminal. Su madre le había dicho que toda la familia iría a buscarlo al tren, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro al pensar en volver a ver a Neville. Su querido hermano mayor, quien, a pesar de ser un manojo de nervios, fue el único que le escribió cartas constantemente. Esto hizo que la lechuza familiar le tomara cierto rencor, ya que volar de Francia a Inglaterra no es precisamente un promenade por el parque.
Sintió cómo el tren comenzaba a desacelerar al acercarse a la terminal. Se levantó y se sacudió las pelusas imaginarias de su abrigo, dirigiéndose al compartimiento para buscar su maleta. Hoy, la sección mágica del tren parecía más vacía de lo habitual, lo que le permitió caminar con libertad, sin tener que cruzarse con demasiada gente, lo cual, mon Dieu, era todo un alivio.
Descendió las escaleras con cuidado, observando a su alrededor; había muggles por todas partes, niños corriendo y jugando, lo cual lo ponía aún más nervioso. Esquivó a un par de muggles para evitar chocar, mientras buscaba a su familia con la mirada.
—¡Al! ¡Albie!
Se giró rápidamente y vio a un hombre adulto. Saint Dieu... ¿ese era Neville? Había cambiado desde la última vez que lo vio. Estaba más delgado; recordaba cómo su hermano había estado lleno de tierno relleno en su rostro y cuerpo. Pero ahora, parecía que había estado haciendo ejercicio, aunque no demasiado, ya que la constitución de los hermanos seguía siendo similar.
Se acercó con pasos vacilantes, aferrando el mango de su maleta con nerviosismo. Sonrió al estar más cerca de Neville, quien, al reconocerlo, entregó su abrigo a una bonita chica rubia, vestida con un extravagante vestido azul decorado con soles dorados, y corrió hacia él.
