❛2. El corazón debil❜

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Alban miraba por la ventana de su habitación, observando las exquisitas plantas que su tío Algie había sembrado con tanto esmero

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Alban miraba por la ventana de su habitación, observando las exquisitas plantas que su tío Algie había sembrado con tanto esmero. Era un espectáculo de naturaleza que, en su intrincada belleza, contrastaba con la tormenta interna que Alban sentía. Su tío, aunque ya en la octava década de su vida, se movía con una gracia envidiable mientras regaba un arbusto de Flor de Luna con su varita. Alban, que había celebrado su decimocuarto cumpleaños el dos de febrero, sentía que el tiempo parecía haberse detenido para él en comparación con el vigor de su anciano tío.

Suspiró profundamente, desviando la vista de la ventana. Las flores que su tío cuidaba parecían tan distantes del tumulto que él sentía en su interior. Sus ojos cayeron sobre el lienzo en blanco frente a él, como si esperara que pudiera ofrecerle algún tipo de consuelo. Con una mano temblorosa, tomó el pincel y comenzó a trazar líneas en el lienzo, trazando un horizonte etéreo entre el cielo y el mar, una delgada línea que separaba dos fuerzas implacables.

El cielo se tornaba oscuro bajo su pincel, cargado de nubes pesadas, casi negras, que amenazaban con estallar en cualquier momento. La tormenta en formación sobre el mar se reflejaba en su pintura, y las primeras pinceladas de un rayo dorado rompían la oscuridad. La luz atravesaba el cielo como un juicio inevitable, poderosa y distante. En ese destello había una frialdad que le hablaba de un poder inalcanzable, una presencia que siempre parecía estar más allá de su alcance, una figura titánica, solitaria y desafiante.

Alban sintió una presión en el pecho mientras las olas comenzaban a formarse bajo el rayo, retorciéndose en un caos furioso. El mar, vasto y oscuro, parecía querer devorar el mundo entero. En sus profundidades, algo se ocultaba, algo que no podía distinguir del todo. Era una sombra, una presencia inquebrantable, oculta bajo la superficie, moviéndose con una elegancia fría y calculadora. El pincel de Alban temblaba mientras añadía remolinos en el agua, un eco de esa figura invisible que parecía rodearlo, como si lo observara en silencio desde las sombras.

Una franja de luz comenzó a emerger entre las nubes, pálida pero constante, suficiente para cortar la oscuridad de la tormenta. No era cegadora, sino una promesa tenue de esperanza en medio de la desolación. Alban la pintó con delicadeza, dándole un espacio en el caos, como si se negara a dejar que las sombras la devoraran por completo. Esa luz le recordaba una calidez que nunca había conocido, una presencia que ofrecía consuelo incluso mientras la tormenta seguía su curso. Había algo en esa luz que parecía querer protegerlo, aunque él no comprendía exactamente de qué.

Al final, sus ojos se centraron en las olas más cercanas. En la espuma blanca y turbulenta, casi imperceptible, se formaba una figura borrosa. No era sólida, sino una sombra que apenas se distinguía entre los remolinos. Suavemente difuminada, esta presencia parecía estar a punto de desvanecerse cada vez que Alban intentaba definirla, como un espejismo en la bruma marina. Era elegante y distante, como un susurro en el viento, siempre moviéndose entre el caos sin ser parte de él. El joven artista no pudo evitar sentir una mezcla inquietante de anhelo y tristeza al pintar esa figura, como si representara algo que siempre había deseado, pero que jamás había podido alcanzar.

Cuando terminó, se apartó del lienzo y lo observó en silencio. La tormenta que había plasmado parecía reflejar el caos en su interior: el miedo al rechazo, la sensación de no ser suficiente, la soledad que ni siquiera el arte podía mitigar. Sin embargo, en medio de esa tormenta, había un rayo, una luz, y una sombra... presencias que, aunque aún desconocidas para él, parecían estar conectadas de alguna manera inasible a su alma.

Pensó en su hermano, ahora ausente junto a Luna, ya que ambos se desempeñaban como profesores en Hogwarts. Tristemente, la directora solo les había concedido tres días para estar con él, por lo que Alban se encontraba ahora solo, con la compañía únicamente de sus abuelos, pues sus padres pasaban más tiempo en el trabajo que en casa. Estaba bien, se decía a sí mismo. Al fin y al cabo, en Francia solo había tenido a su tía y luego a su soledad durante un año, hasta que ella falleció.

Estaba bien.

Hizo clic con los dedos, una costumbre que había adquirido desde joven cuando la ansiedad lo embargaba, dejando sus dedos delgados y ligeramente doblados. Respiró profundamente, levantándose para intentar escapar de la bruma de angustia que empezaba a envolverlo. Sabía que su corazón no podía soportar ese peso. Su condición había estado con él desde su nacimiento.

Nació en una familia de sangre pura con una larga y poderosa línea mágica. Sin embargo, desde el inicio, su vida estuvo marcada por una fragilidad inherente. Los primeros signos de problemas surgieron cuando aún era un bebé; su corazón, aunque fuerte en espíritu, parecía débil en función. Los curanderos de San Mungo diagnosticaron a Alban con una rara afección mágica llamada Cor Magus Defectus, una condición que afecta el corazón de aquellos con linajes mágicos especialmente antiguos, haciéndolos vulnerables a maldiciones y enfermedades que otros magos no experimentarían.

A lo largo de su infancia, Alban fue cuidadosamente protegido por sus padres y, más tarde, por su tía en Francia, evitando cualquier actividad física que pudiera sobrecargar su frágil corazón. Sin embargo, cuando cumplió catorce años, su condición empeoró drásticamente. Desesperados por salvarlo, sus familiares recurrieron a un remedio poco convencional en el mundo mágico: un trasplante de corazón.

El corazón que recibió no era común; fue extraído de un antiguo mago de la familia Blackthorn, un ancestro lejano de su linaje materno, conocido por su poder y su conexión con la magia oscura. Este mago había hecho un pacto en vida para que su corazón fuera preservado, creyendo que su fuerza podría transmitirse a un descendiente digno. Así, Alban recibió el corazón de su antepasado, salvando su vida, pero también heredando algo más.

Aunque el trasplante fue exitoso y le permitió vivir, el corazón de su antepasado traía consigo una carga propia. Este nuevo corazón era poderoso, pero también marcado por los efectos del uso intensivo de magia oscura en vida. Con el tiempo, Alban comenzó a sufrir de una condición cardíaca crónica, resultado del choque entre la pureza de su propia alma y las cicatrices mágicas de su nuevo corazón.

Los problemas cardíacos de Alban no eran solo físicos, sino también mágicos. A veces siente un dolor agudo en el pecho cuando está cerca de objetos o personas imbuidos de magia oscura, como si el corazón reconociera la energía que una vez dominó. También sufre de arritmias inesperadas, especialmente en momentos de intensa emoción o estrés, como si el corazón intentara liberar la energía contenida en él.

Los curanderos le han advertido que su vida debe ser una constante búsqueda de equilibrio. Debe evitar tanto el uso excesivo de la magia como la exposición a fuerzas oscuras. Sin embargo, su linaje y su destino lo colocan constantemente en situaciones donde el peligro es inevitable, creando un conflicto interno entre el deseo de protegerse y la necesidad de enfrentar su destino.

Incluso si Alban nunca había estado completamente a salvo, este era su destino ahora, algo que debía aceptar incluso cuando no lo deseaba. Aún puede sentir cómo su magia embulle enojada en su pecho al intentar liberarse, incluso después de dos días de encadenarla, rasgando su pecho y provocándole tos. Pero estaba bien.

Ahora estaría a salvo.

Ahora estaría a salvo

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❛ 𝐒𝐎𝐔𝐋𝐌𝐀𝐓𝐄𝐒 ༄ 🌿                    Harry Potter x Male!ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora