Tiempo

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Tiempo

Transité los senderos de la vida con cruel resignación,
con el reloj sobre mi cabeza tintineando con cada grano que caía,
llenándose de pequeños fragmentos de tiempo desperdiciado hasta su inminente colapso.

Busque el sentido de las cosas en la música, pero era sordo;
trate de encontrarlo escribiendo, más carecía de manos;
pensé descubrirlo leyendo, pero era ciego.

Sin esperanza entonces me aferré a lo único que podía salvar mi vida.
No me importo no escuchar, ni sentir y no ver.
Caminaba perdido, sin destino fijo.
Con el sol como única compañía,
y con la luna como testiga de la cruel indiferencia del mundo.
Pero hubo un algo, una presencia, más humana que cualquiera con la que hubiese tropezado en el pasado:
Y eras tú.

No me hizo falta escuchar porque tú sola presencia me decía que estabas a mi lado;
se tornó innecesario no tener manos, porque tú me abrazaste;
no tuve que verte para saber que te quería a tí.

A partir de entonces, el reloj sobre mi cabeza empezó a aterrarme.
Lleno o vacío, nunca me importo.
El tiempo que me quedase, fuese mucho o escaso, era insignificante...
Pero eso era cuando no tenía a nadie.
Ahora te tenía a tí, y el -mucho o poco- tiempo que pasamos, me sirvió para darme cuenta que no quería perderte.
No ver, no sentir y no escuchar.
¿Cómo podría librarme del yugo de la helada incertidumbre que me consumía día con día, si carecía de lo básico para dar con la respuesta?

Sufrí mucho, tratando de encontrar la respuesta a lo que jamás me interesó.
Ya no era sobre mí, sino de tí.
Cuanto tiempo me quedaría, cuánto más estarías conmigo.

Llorar, sufrir, sentir, oler y pensar... lo único que podía realizar.
De un día para otro, el paraíso se desvaneceria de mi vida, para abrirle paso a una eterna oscuridad.

Sin más solución, tome una decisión.
Desde el comienzo de mi vida hasta entonces, la más difícil que nunca antes un humano que no sabía el tiempo que le quedaba tuvo que tomar.
Estar contigo o no estarlo, sería entonces la medida del tiempo que me quedaba de vida, porque sin tí,
ciertamente ya no era yo. 

V de amor de VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora