Cap. 8 - Día 27 - A la Espera

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Han pasado uno 6 días desde nuestra inesperada visita al mundo colmena de Tarzin. Días largos y tortuosos, donde me paso la mayor parte del tiempo haciendo reportes y leyendo muchos otros. Debo admitir que, por primera vez en mi vida, logro sentir la satisfacción de que un informe redactada por mi, halla tenido algo de valor. Irónicamente, en vez de temer a que el Coronel Tairon encontrase algún error en mis escritos, sentía más júbilo de saber que al menos los estaba leyendo. 

Sin embargo, ese no era el mayor de mis problemas. Tener que pasar tiempo con mis tropas es por mucho una de las peores situaciones que he tenido que experimentar en mi vida. Esconderles la verdad cuando veo sus caras de sufrimiento y arrepentimiento hace que se me retuerza el estómago. Sin embargo, órdenes son órdenes, y deben ser cumplidas a pesar de mi desacuerdo. 

Para el colmo, Mason debe estar a mi lado casi todo el tiempo, ayudándome con los informes y labores como nuevo oficial al mando de todas las fuerzas militares de Cantus que lograron escapar de la tragedia. En realidad, yo me encargo de todo el papeleo, pero él posee un carácter lo suficientemente fuerte para controlar cualquier tipo de problemas. Es mi mano derecha, y por ende, el segundo al mando de los más de cien mil hombres y mujeres de las fuerzas civiles. Ahora, oficialmente bautizadas como los Ultionem Milituim, lo cual se traduce como Tropas de Venganza en el bajo Gótico. 

Y por si la situación no fuese más irónica, los sobrevivientes de las fuerzas de reserva también fueron asignadas bajo mi mando. Aunque eso es solo a ojo público, dentro de nuestro ¨círculo social¨ Murphy y Crosta siguen teniendo el control total sobre sus hombres y recursos. En cualquier caso, yo seré quien siga sus órdenes. Esto de ser una figura ¨heróica¨ para inspirar a las tropas es por mucho una de las cosas que más detesto. Siento como si me rodease una mentira que solo oculta mi ineptitud. Solo espero poder estar listo para cuando el momento apremie. 

Tan pronto llegamos al mundo colmena Manfi, vimos la colosal flota que se concentraba sobre su órbita. Desde fragatas como la nuestra, hasta colosos que parecían lunas más que naves de guerra. ¿Cuantos buques de guerre había? Eso solo el Emperador lo sabe. 

Un transporte nos llevó al coronel Tairon y a mi hacia el que parecía el buque más grande de la flota, donde nos esperaba nuestro superior. Yo ni siquiera era capaz de esconder mi asombro, a medida que caminábamos por los colosales pasillos del buque de guerra. Eran incluso más titánicos que los de la sede del Administratum de Cantus, y valla que a esos burócratas le gusta la opulencia. 

Miles y miles de soldados y servidores moviéndose de un lugar para otro, mientras nosotros seguíamos al cervocráneo que nos conducía hacia nuestro destino. Tropas del Astra Militarum de diversos cuerpos, y sus vestimentas y armamento era tan variados como estrella en este universo. Sim embargo, nada tan impactante, cuando ¨ellos¨ pasaron a nuestro lado. 

Lo primero que escuché fue el retumbar de sus pasos. Pasos que sacudían los pasajes y hacían que mi cuerpo temblase de miedo, aun sin siquiera saber que los originaba. Sin embargo, sobresaliendo de la multitud, pude ver como los guerreros más legendarios de nuestra especie se acercaban a nosotros. Los seres humanos definitivos. Los ángeles del emperador. Era, astartes. 

Pasaron por nuestro lado, sin siquiera apartar la mirada del frente. Unos veinte de ellos, con armaduras negras y patrones que no reconocía. Cada uno de ellos se alzaba dos metros y medio del suelo, y con casi trescientos o más kilogramos de peso cada uno. Espadas tan grandes como yo, y bolters cuya munición tenía un diámetro similar a mi antebrazo. De no haber sido por el miedo a quedar rezagado y perderme en ese lugar, me hubiese quedado admirando tal muestra de brutal y majestuosa maquinaria bélica. 

Warhammer 40k Fanficción - Hero Imperatus (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora