Capítulo 3

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Los rayos de luz de filtraban a través de la ventana, las cortinas abiertas que olvide cerrar en la noche daban paso sin interferencia a los rayos dorados.

El sonido de la alarma no dejaba de sonar, haciendo más insoportable la mañana, un leve dolor de cabeza comenzó desde la madrugada y no me dejaba dormir, no hasta hace poco.

Mis parpapados pesados se sienten como si llevaran una carga que no puedo quitarme de encima, pero finalmente consigo abrir los ojos. La habitación está inundada de esa luz cálida y brillante. El zumbido de la alarma sigue perforando mi mente, amplificando el dolor que ya se ha asentado en mi cabeza.

Intento moverme, pero mis músculos están rígidos, como si durante la noche mi cuerpo hubiera decidido rebelarse contra mí. Respiro hondo, tratando de reunir la energía necesaria para empezar el día, aunque la idea de levantarme me parece imposible en este momento.

Y más sabiendo lo que me esperaba.

Quizá debería haber cerrado esas cortinas anoche, pero ahora ya es demasiado tarde para lamentarlo. El día ha comenzado, con o sin mi consentimiento, y tengo que enfrentarme a él, aunque lo único que realmente quiera es volver a sumergirme en el refugio del sueño.

 El día ha comenzado, con o sin mi consentimiento, y tengo que enfrentarme a él, aunque lo único que realmente quiera es volver a sumergirme en el refugio del sueño

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Bajo las escaleras con cuidado, tratando de no hacer ruido, aunque el crujido de los peldaños parece más fuerte de lo habitual. La luz de la mañana llena la casa, haciéndola parecer más acogedora de lo que realmente es, una ilusión que ya no puedo soportar.

Al llegar a la cocina, veo a mi esposa de espaldas, preparando el desayuno. El aroma del café recién hecho inunda el ambiente, algo que solía disfrutar, pero que ahora solo me recuerda la monotonía de nuestra rutina.

Ella gira la cabeza y me sonríe, una sonrisa que antes iluminaba mi día, pero que ahora se siente como una carga más.

-Buenos días -dice con su tono tranquilo, confundiéndome por su tan inusual actitud.

La saludo con un murmullo y me siento a la mesa. Me doy cuenta de lo extraño que es estar aquí, sentada frente a alguien con quien he compartido tanto, y sin embargo, sintiéndome tan desconectada. Cada gesto, cada palabra que intercambiamos es una máscara.

Dejo un plato de tostadas y un taza de espumoso café, tomó la taza dándole un sorbo disfrutando de la sensación placentera del sabor característico y el dulzor perfecto en el líquido.

-¿No vas tarde para el trabajo? -preguntó Irene aún de espaldas terminando de preparar el desayuno.

Seguía desconcertandome su cambio de actitud, en el fondo me agradaba pues era la primera vez después de tanto tiempo que teníamos un desayuno tranquilo y sin discusiones.

-En cuanto a eso... -me tomé un momento, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que había sucedido el día anterior en mi empleo-. La empresa me...

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