Capítulo 2 Somos Prisioneros de Nuestros Pensamientos

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Seth despertó en medio de la noche, el malestar que tuvo había pasado gracias a los cuidados que Horus le brindó. Había estado durmiendo por dos días. Miró a sus al rededores, esperando ver a Horus, pero solo encontró a uno de sus halcones. A pesar de estar ocupado con sus deberes, Horus se molestaba en cuidar a Seth aunque sea un poco. El pensar en la atención que recibía del ahora faraón lo hacía sentir especial de cierta manera, pero esos sentimientos no lograban calmar su perturbada mente. Quedarse en ese lugar solo haría que se deslizará por una espiral de recuerdos y arrepentimiento, por lo que decidió irse teniendo en mente cumplir con su propósito: erradicar a la caravana y deshacer la maldición. Comió un poco de la fruta que Horus había reunido para él, y después de saciarse, abandonó aquél oasis. Anubis no salía de su cabeza, a pesar de que trataba de no pensar en él. La incertidumbre de lo que posiblemente le esté ocurriendo lo mataba. Si en su poder estuviera, le diría a Osiris que lo atormente a él, y no a su hijo.

Anubis, siendo dominado mentalmente por Osiris, siguió buscando a Seth desesperadamente, pues tenía que llevarlo al Duat lo más pronto posible, o habrían consecuencias. Pensó que lo encontraría cerca de la última vez que se vieron, pero no fue así. Continuó vagando por el amplio e interminable desierto, y cuando decidió que era momento de dar la vuelta y buscar cerca de las ciudades, lo vio, en medio de la nada, arrodillado, llorando, suplicando y lamentándose.

- Anubis... ¿Dónde estás? - dijo entre lágrimas. No soportaba más la culpa. Si tan solo no hubiera cometido todos esos pecados. Si tan solo no hubiera perseguido a Isis hasta el cansancio. Si tan solo hubiera sido un buen padre, nada de esto estaría ocurriendo.

Un olor característico del Duat invadió las fosas nasales de Seth, mezclado con un suave aroma a incienso. Pensó lo peor, pues creyó que Osiris por fin lo había encontrado. Volteo con temor, solo para encontrarse con los negros ojos de Anubis.

- ¡Anubis! ¡Estás aquí! ¡Estás bien! - gritó con emoción.

Se aventó a sus brazos, y le empezó a llenar la cara con besos y mimos. Su alegría no tenía límites, pues por fin había encontrado a su adorado hijo.

De este encuentro hubieron varias reacciones. Horus vio como Seth besaba sin parar el rostro de Anubis, haciendo que los celos incrementaran. No le importó dejar las cosas de lado, ni le importó los gritos enojados de Isis, solo pensaba en llegar donde Seth y apartarlo de Anubis. Por otra parte, Osiris estaba complacido, pues este era el momento perfecto para poder tomar a Seth. Estaba feliz de no tener que contactar a Isis, quien lo más probable se molestaría al saber que quería tener a Seth para si mismo, de nuevo. Liberó a Anubis de su trance y preparo todo para la llegada de Seth.

Anubis recobró la conciencia, pero ya era tarde para que pudiera hacer algo - Seth - dice preocupado.

- Anubis, no te preocupes. Hablaré con Horus para librarte de Osiris. Vamos - dijo tomando a Anubis de la mano y caminando de regreso al oasis.

- Espera - insistió Anubis.

- ¿Qué pasa? - preguntó Seth confundido.

- Tenemos que huir. Osiris vendrá en cualquier momento para llevarte con él.

- ¿De qué hablas? Me estas asustando.

- Él ha estado buscándote por meses. Sabe donde estoy y sabe que estas conmigo. Vete.

- No, no te dejaré solo de nuevo. Las cosas serán diferentes esta vez - dijo Seth tomando los brazos de Anubis.

- Seth tienes que-

Anubis no tuvo tiempo de terminar su oración, pues antes de que articulara otra palabra más, un portal apareció a los pies de Seth, absorbiéndolo. Ninguno de los dos pudo reaccionar en algún momento, pues todo fue tan repentino.

Harem de Sangre y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora