- Al fin estás aquí - susurró Osiris en su oreja.
Este día no podría ser mejor para Osiris, pues después de muchos años, tiene a Seth para si mismo. Lo rodeo con sus brazos, abrazándolo por la espalda, y respiro cerca de su nuca. A pesar de haber perdido su título como dios de la guerra y el desierto, todavía tenía ese característico olor suyo. Una mezcla de aromas que combina los olores de la arena, el cedro y el azafrán. Un olor tan adictivo para Osiris. Por otro lado, Seth era incapaz de moverse, su cuerpo no le correspondía como él quisiese. Estaba atrapado en su propia mente.
Osiris tomó a Seth en brazos, quien empezaba a recordar todas las veces que fue violentado, y lo llevo con él a la cama que había preparado con tanto esmero. Aprovechó para curar sus heridas, pues necesitaba que estuviera bien para poder soportar lo que le haría.
- Por fin, después de tantos siglos, podemos estar juntos. No te preocupes, mi amado Seth, haré que te sientas cómodo. Adorné este lugar solo para ti, pues sera tuyo de ahora en adelante. No permitiré que te alejen de mí otra vez - dijo Osiris alegre.
Colocó a Seth en su regazo, y lo besó. Un beso hambriento, posesivo, quería hacerle ver a Seth que siempre le pertenecería. Seth en ningún momento correspondió al beso, y aunque trató de librarse de su agarre, no podía, ni siquiera cuando recobró el sentido. Osiris aun no quería usar su nueva creación con él. Quería esperar a ver que tanto podría hacer sin que Seth ponga tanta resistencia, porque claro que habría resistencia de su parte, pero mientras no fuera algo que Osiris no pudiera manejar, no habría problema.
Besos, caricias, lamidas, roces y mordidas; Osiris llenó el cuerpo de Seth de todo eso. La erección de Osiris empezaba a ser muy notable, a tal grado que empezaba a molestarle la espera, pero debía ser paciente. Mientras esperaba el momento idóneo, tomó una de las manos de Seth y la puso ahí para amainar el dolor. Seth pareció regresar a la realidad cuando sintió aquel endurecido miembro. Sentía asco. La bilis subía lentamente por su garganta, y el ver que aquello que tenía entre manos empezaba a mojarse de líquido preseminal solo empeoró su náusea. Osiris creía que le gustaba, pues lo que en realidad eran arcadas, creía que eran gemidos ahogados. Nunca dejaron de besarse. Cuando puso sus manos entre los muslos de Seth, este por fin habló.
- Osiris... Para... Esto no me gusta - dijo Seth mientras una lágrima caía de su rostro.
- ¿Parar? ¿Por qué habría de hacerlo? - dijo Osiris. Deslizó su mano hasta el pene de Seth y lo tomó con fuerza, haciendo que este se quejara del dolor - A tu cuerpo le gusta mi tacto. Es un poco egoísta de tu parte el querer que pare cuando estas siendo muy receptivo - Osiris se levantó quitándose sus ropas - Además, no puedes dejarme así, no después de sentir tu hermosa piel y probar tu delicioso sabor.
Metió tres dedos en Seth, sin prepararlo, sin avisarle, ni siquiera se molesto en colocarle algún aceite lubricante. Los sonidos que salían de la boca de Seth eran una desgarradora mezcla de gritos y súplicas, pero Osiris solo oía una melodiosa sinfonía de excitantes gemidos. Quiso tomarse su tiempo para degustar de Seth, porque, aunque lo tuviera ahí para siempre, la primera probada después de tanto tiempo nunca será olvidada, por ninguno de los dos.
El cuerpo de Seth estaba lleno de mordidas y chupones, lleno de rasguños y alguna que otra herida ocasionada por las raíces de Osiris. Claro que las terminaría usando, pues Seth siempre ha sido alguien indomable y libre, pero Osiris ya tenía experiencia dominando a aquellos que se resistían a él, Anubis es un claro ejemplo de ello. Cuando Seth creía que todo ese sufrimiento terminaría, sintió algo cerca de su entrada, una sensación que le recordó tiempos lejanos. Era algo que le recordaba aquella fatídica noche en la que perdió todo, en la que fue humillado, y en la que usurpó el trono.
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Harem de Sangre y Secretos
Romance- Seth - susurró Anubis mientras depositaba besos tiernos a lo largo del cuello del pelirrojo. - ¡Ahh! ¡Anubis! ¡Horus! - dijo Seth al sentir la mano juguetona de Horus en su endurecido falo. Ambos estaban desesperados por complacerlo. Cegados por e...