Desde aquel encuentro Kevin y yo comenzamos a evitarnos, ninguno de los dos teníamos el valor suficiente para enfrentarnos, era frustrante eso pero no podía quejarme si tampoco yo podía acercarme a el.
Los días en la casa de campo fueron cada vez mas incómodos, nuestra familia se dio cuenta de la situación y creyeron que solo fue una pelea de pareja, pero sin duda no era eso. Ni siquiera éramos pareja.
Me sentía totalmente arrepentida de mis sentimientos, los aborrecía y rechazaba, pero no podía deshacerme de ellos, todo iba mal para mi. En cambio a Liz parecía irle mejor con Sebastian, hacían linda pareja a decir verdad.
Estuve encerrada todos estos días en el cuarto que compartía con Liz en la casa de campo, nadie si quiera se atrevió a preguntar como estaba a parte de Liz, suspire y fui hacia el pequeño escritorio que había, saque un bolígrafo y un cuaderno.
Comencé a hacer trazos sin sentido alguno, desde la ventana escuché la risa de Kevin, mi corazón latió rápidamente. Era absurdo ponerme así por el, al final lo odiaba, ¿verdad?.
Cambie de hoja, comencé a pensar en el, su físico. Comencé a escribir algo insignificante pero que me recordó a el.
"Tus ojos color cafe me atrajeron, tu piel tan pura como la luz de la luna me encantó. Eres todo lo que necesito, pero no eres mío. Cada momento a tu lado es un dulce tormento, un recordatorio constante de lo que no puedo tener. Eres la estrella inalcanzable en mi cielo, la melodía que resuena en mis sueños. Aun así, no puedo evitar desear que algún día, en algún lugar, nuestros caminos se entrelacen y pueda llamarte mío."
Al leer lo que escribí sentí lo cursi que llego a ser y si Kevin leía eso posiblemente se burlaría, cerré la libreta y deje el bolígrafo por ahí, suspire. El no correspondería mis sentimientos por que el ama a Danielle, ella es mas linda que yo, mas madura y mas adulta, sabia la preferencia de Kevin por las chicas mayores.
Escuche el sonido de la puerta abrirse y pude notar que era mi hermano menor Emiliano, el pequeño castaño se acercó a mi y saludo con su mano derecha, mientras con la izquierda la mantuvo escondida. —Se que estas triste hermanita, ten.— el dejo de esconder su mano y la extendió entregándome un pequeño muffin.
