El hijo del marqués*

432 16 0
                                    


Carlos Sainz Castro de Vázquez, el único hijo varón del Marqués de La Rioja, Don Carlos Sainz, había sido durante mucho tiempo el soltero más codiciado de la nobleza. A sus 30 años, había logrado todo lo que se había propuesto, viajar por el mundo, relaciones comerciales sólidas y defender con fervor las causas que consideraba justas.

Su familia y la sociedad lo presionaban constantemente para que contrajera matrimonio, pero Carlos siempre se había mostrado reacio. Sabía que muchas mujeres lo veían como un trofeo y no deseaba una esposa que buscara su título antes que su corazón.
Finalmente, sintiendo que había alcanzado la madurez que le permitía tomar decisiones con cabeza fría, decidió que ahora si era momento de encontrar una compañera de vida. Sin embargo, no quería que su búsqueda se convirtiera en un espectáculo. Así que, sin anunciarlo públicamente, comenzó a observar con discreción a las jóvenes que frecuentaban los eventos de la alta sociedad.

Fue en uno de esos eventos donde conoció a Salomé, la única hija del Vizconde de Cardona. Era una joven de carácter fuerte y convicciones firmes, muy diferente a las demás damas de la nobleza. No se mostraba interesada en impresionar a los hombres con artificios, sino que se desenvolvía con una naturalidad encantadora. Carlos quedó fascinado por su inteligencia y las conversaciones que mantuvieron durante las reuniones sociales. Compartían opiniones sobre política, deportes y viajes, temas que él rara vez podía discutir con otras mujeres de su círculo.

Carlos se sintió atraído por Salomé de una manera que no había experimentado antes. Había algo en su risa, en la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaba de sus pasiones, que lo hipnotizaba. Pronto, decidió que ella era la mujer con la que quería pasar el resto de su vida. No sabía como, pero no quería precipitarse ni asustarla con declaraciones prematuras.

Una noche, durante un elegante baile en la residencia de un duque, Carlos no pudo contener más sus sentimientos. Después de una danza juntos, la condujo por un pasillo apartado, lejos de la multitud. La música y las risas quedaban atrás, y sólo quedaban ellos dos en la penumbra. Carlos la miró a los ojos, y sin decir una palabra, se inclinó hacia ella y la besó

El beso fue suave, con todas las sensaciones  contenidas al límite, después de semanas de deseo. Sin embargo, para su sorpresa, Salomé se separó bruscamente, llevándose una mano a los labios y con el rostro lleno de horror. Sin decir una palabra, giró sobre sus talones y corrió por el pasillo.

Carlos, preocupado por haberla ofendido, la siguió rápidamente."¡Salomé, espera!", llamó, alcanzándola al final del corredor. Sin darle tiempo a reaccionar, la tomó por la cintura y volvió a besarla, esta vez con más pasión, buscando demostrarle lo que sentía.

Ella intentó resistirse al principio, pero sus labios finalmente cedieron al encanto de los suaves labios de Carlos. En ese momento, un ruido seco los sobresaltó. La madre de Salomé, la Vizcondesa, había presenciado la escena. Con el rostro pálido y la voz temblorosa, ordenó a su hija que regresara al salón. Salomé, humillada y confundida, obedeció sin decir una palabra, dejando a Carlos enfrentando la furia en la mirada de la Vizcondesa, quien solo tomó una bocanada de aire antes de dar media vuelta y seguir a su hija.

Durante los tres días siguientes, Carlos intentó por todos los medios ver a Salomé, pero sin éxito. Su mente estaba atormentada por la incertidumbre de no saber cómo se sentía ella después de lo sucedido. ¿Lo odiaba por su atrevimiento? ¿O compartía sus sentimientos?Al tercer día, su mayordomo le informó que tenía una visita inesperada. Para su sorpresa, era la Vizcondesa, quien, sin rodeos, le exigió que desposara a Salomé.

-Ha comprometido la decencia de mi hija- dijo con voz firme -Su inocencia ha sido manchada, y es su deber hacer lo correcto-

Carlos, sintiendo que la situación estaba a su favor, accedió a la petición sin objeciones. Para él, aquello no era un castigo sino una bendición. Amaba a Salomé y no quería nada más que hacerla su esposa.

Al día siguiente, fue invitado a la residencia del Vizconde para discutir los detalles del matrimonio. Cuando llegó, fue recibido por Salomé en la sala de visitas. Estaban solos por primera vez desde aquel apasionado beso. Ella lo miró, y en su mirada Carlos vio algo más que la vergüenza de días pasados.

-No tienes por qué hacerlo, conozco tus deseos de no comprometerte- dijo Salomé, rompiendo el silencio

-Sólo fue un beso y no soy tan inocente como para pensar que mi vida está arruinada. Mi madre... me trata como a una niña. Pero yo sé lo que quiero-

Carlos la miró con ternura. Se acercó y tomó su mano.

-Salomé- dijo con la voz suave -No estoy aquí por obligación. Desde el momento en que realmente te conocí, supe que eras especial. Tus palabras, tus ideas, tu risa... todo en ti me ha conquistado. No puedo imaginar una vida sin ti a mi lado. Me he enamorado de ti, como no tienes idea y nada me haría más feliz que compartir mi vida contigo

Las palabras de Carlos hicieron que los ojos de Salomé se llenaran de lágrimas, pero no de tristeza, sino de alegría. Sin decir una sola palabra, se lanzó sobre él y lo besó con tanta pasión, como la última vez, uniendo sus labios como respuesta a esa declaración de amor, claramente correspondido. Se dejaron caer sobre el sofá, entrelazados, sintiendo que habían encontrado su otra mitad algo mucho más valioso que un título, el verdadero amor.

One shots CS55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora