¡Eh! ¿Así que es verdad?"
"¡Es verdad! Dijo que ella misma vio al doctor entrar en sus habitaciones."
Maomao sorbió su sopa y escuchó. Cientos de sirvientas estaban desayunando en el vasto comedor. La comida consistía en una sopa y unas gachas de granos mixtos.
Escuchaba a dos mujeres en diagonal frente a ella mientras intercambiaban chismes. Las mujeres se esforzaron en mirar con desagrado la historia, pero fue una curiosidad indecorosa la que iluminó sus ojos.
"Visitó a ambas, Lady Gyokuyou y Lady Lihua."
"Qué amables, ¿ambas? Pero sólo estuvieron seis meses y tres meses, ¿no es así?"
"¡Eso es! Tal vez sea realmente una maldición."
Los nombres eran los de las dos consortes favoritas del Emperador. Seis meses y tres meses eran las edades de los hijos de las damas.
Los rumores abundaban en el palacio. Algunos surgían del desprecio por las compañeras de Su Majestad y los herederos que le daban, pero otros tenían más el sabor de simples historias de fantasmas, el tipo de cuentos que se contaban durante el estancamiento del verano para vencer el calor enfriando la sangre.
"Debe ser. Si no, ¿por qué habrían muerto tres niños distintos?"
Toda la descendencia en cuestión había nacido de consortes, es decir, en principio podrían haber sido herederos del trono. Una de las pobres víctimas había nacido de Su Majestad antes de su ascensión, mientras aún vivía en el Palacio Oriental, y dos más desde que había asumido el trono, pero los tres habían fallecido en la infancia. La mortalidad era común entre los niños, por supuesto, pero que tres de los hijos del Emperador murieran tan jóvenes era extraño. Sólo dos niños, los de las consortes Gyokuyou y Lihua, sobrevivieron.
¿Veneno, tal vez? Maomao meditó, sorbiendo sus gachas, pero concluyó que no podía ser. Después de todo, dos de los tres niños muertos habían sido niñas. Y en una tierra donde sólo los hombres podían heredar el trono, ¿qué razón había para asesinar princesas?
Las mujeres de enfrente de Maomao estaban tan ocupadas hablando de maldiciones y hechizos que habían dejado de comer por completo.
¡Pero no existen las maldiciones! Era una estupidez, esa era la única palabra para ello. ¿Cómo pudiste destruir un clan entero con una sola maldición?
Tales preguntas rayaban en lo herético, pero la experiencia de Maomao, según ella, constituía una prueba de este pronunciamiento.
¿Podría haber sido algún tipo de enfermedad? ¿Algo de sangre, tal vez? ¿Cómo murieron exactamente?
Y fue entonces cuando la sirvienta separada y tranquila empezó a hablar con las sirvientas parlanchinas. No pasó mucho tiempo antes de que Maomao se arrepintiera de haber sucumbido a su curiosidad.
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Los diarios de una Boticaria #1
Mistério / SuspenseEn el Este hay una tierra gobernada por un emperador, cuyos consortes y mujeres sirvientes viven en un amplio complejo conocido como el hougong, el palacio trasero. Maomao, una chica modesta sirvienta en un pueblo modesto por su padre boticario, nun...