Capítulo 59. Jules.

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No me gusta estar aquí, lo estoy detestando.

Pero ha llegado la noche y es hora de ir a dormir.

Cuando Libra se acercó a mí en lugar de Koen, sabía que no habría nada bueno en sus palabras.

—El padre de Koen le invitó a quedarse aquí a pasar la noche.

Lo sabía. Me quité la pulsera para entregarla a Libra. —Puede usarla para llamar a Nidia si lo necesita o Amber. Magda dijo que Lunar quería hablar con él.

—Lunette.

—Como se llame.

También me quité la mochila de la espalda. —Comida, por si no le gusta lo que hay aquí, asegurate que coma algo antes de dormir.

Libra asintió. —¿Le puedes regresar su daga mañana? dice que se sentiría mejor.

Aún quiere que venga mañana, puedo respirar. —Claro, claro... mañana lo traigo.

—Gracias.

Salí del lugar casi arrastrando los pies. Azeria se había ido después del pequeño susto que le dí, supongo que tendré que buscar a las chicas un lugar para dormir. Si camino por la ciudad, no es con muchos deseos de llegar a la casa, no quiero mucho enfrentar a las preguntas de Nidia y Casandra. Me detuve en un puesto que estaba en la calle a unas cuadras de la casa de Azeria... esta mujer no vive en una zona respetada. Veo al hombre preparar las comidas en condiciones poco higiénicas, pero el olor es bueno.

—¿Qué le sirvo? — preguntó el hombre.

Estoy a punto de retirarme del lugar para volver a con las chicas, pero un par de ojos me distrajeron, atrás del puesto ambulante había una niña, escondida detrás de unas cajas. Revise mis bolsillos, antes de llegar a la ciudad, Nidia me había dado un poco de dinero, en casó de que nos llegáramos a separar, este parecía un buen momento para usarlo. Pedí una orden de comida y fui a sentarme en las cajas, la niña estuvo a punto de escapar, hasta que vio que le ofrecí la comida, ella tomó el plato, pero se apartó para comerlo sola.

—¿Un refresco? — preguntó el dueño del lugar cuando me vio entregar la comida.

—Si, gracias— susurre y tomé la bebida, solo di un sorbo, deje el resto para la niña.

—Se ve que ha tenido un mal día.

Me encogí de hombros, no debería estar contando mis problemas a extraños. Pero me sentía conversador el día de hoy y quizá podría aligerar la carga de contar lo sucedido a Nidia y Casandra.

—Adopté a un niño hace años, pero ahora es un adulto y encontramos a su padre biológico— respira pesadamente.

—Así son los adoptados, un montón de mal agradecidos— dijo el hombre mientras servía otro plato para dárselo a un cliente. —Al menos eso me decía mi padre adoptivo.

La suerte que me cargo...

—¿Encontraste a tus padres?

—Si, ellos no me dejaron porque querían, eran muy pobres y enfermos, era mejor dejarme para tener una familia mejor— el hombre limpió sus manos en una servilleta, la cual tiró en un cubo que tenía bajo el carrito ambulante y se sentó a mi lado. —Encontré a mis padres, los ayude, pero jamás olvide o menosprecie a mis padres adoptivos. Soy lo que soy gracias a ellos.

Sonreí. —No soy el mejor padre que hay, cometo muchos errores.

—Todos los padres lo hacemos.

Hubo un largo silencio, antes de que el hombre preguntara.

Esco: El Vagamundo Qué Adoptó A Una NiñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora