Capitulo 6. La dragona.

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La calle frente a mi estaba bordeada por casas viejas, el cielo era gris y la llovizna no era agradable, pero a los niños parecía no importarles, ellos podían correr por el lugar encharcado mientras reían, jugaban y se divertían como solo los niños saben hacer. Era encantador.

Podría haber estado todo el tiempo ahí mismo, contemplándolos, pero cuando note como uno se acerco a mí, me levante de donde estaba sentado. No me sorprendí cuando me di cuenta de que tenia casi la misma altura que el niño frente a mí.

—¿Qué haces? Ven a jugar— dijo mientras caminaba a mi espalda para empujarme.

Él tenia unos ojos azules, brillantes y llenos de alegría; casi podía ver como la vida se acurrucaba a su alrededor y lo apreciaba. Su cabello lacio era castaño mientras que su piel era enfermizamente blanca. No parecía la imagen de alguien que debería estar jugando en la lluvia.

—¡Esco! Vamos a la costa, debe estar sola— un segundo niño se acercó a mí.

Esta nueva persona era más bajita que yo por unos cuantos centímetros, su melena estaba tan revoltosa que parecía un nido de ave, pero tenia unos ojos tan grandes que daba la impresión de no ser reales.

—¿Qué dijeron sus madres? —les recordé con la pregunta, el más pequeño pareció hacer un puchero mientras el de ojos azules reía. —Sera mejor quedarnos aquí, no es seguro alejarnos tanto.

—Vamos Esco, será solo un momento— dijo el de ojos azules.

Arquie una ceja.

—¿Desde cuando eres tan desobediente? —pregunte. —¡Oh ya se! ¡Ahí debe estar la loca esa que te gusta! --- dije echándome a reír por el color rojo que había tomado el rostro de mi amigo.

El más pequeño se carcajeo conmigo. —En la costa también esta alguien muy especial... Esco, escuche que "ella" fue a recolectar conchas— explico con una sonrisa traviesa.

Saque la lengua, asqueado. —¿Estas loco? Será mejor que no me encuentre. Me quedare aquí.

—¡Vamos! Esco, vamos— ambos empezaron a tirar de mí, a pesar de mis quejas, terminamos encaminándonos a la costa. El mas pequeño caminaba a mi lado, mientras que el de ojos azules gozaba de la lluvia. Era una imagen triste lo que veía a mi alrededor, lugares grises, apagados, pocas personas, suciedad, aglomeración. Pero nosotros tres éramos felices mientras llegábamos a la dichosa costa. Solo que... llegue solo.

Era el único que quedaba, pise la costa en completa soledad, mire el infinito mar que se mezclaba con el gris cielo y la llovizna comenzaba a intensificarse. Suspire. Tratando de disfrutar mi soledad, pero incapaz de lograrlo.

Trate con todas mis fuerzas disfrutar del sonido de las olas, las aves a mi alrededor. Frente a mi había un espectáculo natural, pero yo no podía disfrutar para nada. Abrí mis ojos, pensando que al menos tenia que ver donde pisaba mientras avanzaba. Me acerque hasta que mis pies sintieron el inicio del mar y seguí caminando, sintiendo el agua llegar a mis tobillos, luego a mis rodillas, a mi cadera, a mi cintura, las olas golpearon mi pecho, rodearon mi cuello y cuando mi cabeza fue cubierta por el mar, seguí caminando, mirando a mi alrededor, esperando ver peces, arrecifes, algo... lo que sea. Pero en su lugar no había nada.

Espere, quiero en mi lugar. Espere, sin parpadear. Espere, porque alguien tenia que llegar tarde o temprano. O al menos eso es lo que yo pensaba, pero entre mas tiempo pasaba, la ira se acumulaba en mi pecho, termine gritando, provocando que el agua a mi alrededor se volviera turbia. ¡Ella nunca llegaba! ¡Ella nunca volvió! ¡Me dejo en esa maldita eternidad!

seguí sacando mi odio a base de gritos que no soltaban ni un solo sonido, grite hasta que me di cuenta de que el agua estaba tomando un extraño tono rojo; hilos de sangre comenzaban a salir de mi pecho; al alzar mi camisa, mi pecho y estomago estaban llenos de marcas y heridas en forma lineal.

Esco: El Vagamundo Qué Adoptó A Una NiñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora