Capitulo Cinco

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—¿Le puedo hacer una pregunta?

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—¿Le puedo hacer una pregunta?

—Esa ya es una pregunta—respondió sarcásticamente

—Corrección, dos preguntas

—Dilo de una vez

—¿Por que esta acostado de esa manera?

Era una mañana como cualquier otra desde que Yaoyorozu llego. Desperto en el tonto sofá qué cada día qué pasaba le arruinaba más la espalda.

Y hoy no tenía nada que hacer, pero como su invitada estaba usando su habitación no podía estar de vago recostado en su cama como solia hacerlo. Entonces tenía que conformarse con el sofá, aunque no fue tarea fácil encontrar la posición más cómoda, de una manera o otra termino con la cabeza colgando, las piernas apoyadas en la parte trasera del sofá y sus brazos extendidos a los lados.

Eso era, sorprendentemente cómodo.

—Es la única posición que no me lastima la maldita espalda—respondió mientras miraba la televisión, era un poco complicado verla de cabeza, pero ya comenzaba a acostumbrarse

—¿Tan incómodo es?—lo miro preocupada—si quiere yo me puedo quedar a dormir ahí

—Ni de broma—respondió—el sofá es mio

—¿Por que insiste en quedarse ahí?—pregunto confundida, aunque no sabía cómo tomar enserio a Bakugo estando de cabeza

—Por que quiero y por que puedo—exclamo mientras se cruzaba de brazos, no lo diría, pero en realidad era cuestión de orgullo

Cuando compro ese sofá su mamá aseguró que se veía demasiado incómodo y seguramente nadie que amara a su espalda estaría dispuesto a siquiera sentarse ahí (irónico ya que esa es su función), pero como él nunca hace caso a las palabras de esa vieja lo termino comprando.

¿Se arrepiente? Un poco, ¿Volvería a comprar ese sofá? Por supuesto que no, ¿Su madre tenía razón? ¡Claro que no! El ahora mismo estaba acostado en ese sofá en una posición un poco extraña, pero estaba recostado.

Amaba su espalda y estaba acostado en el sofá qué su madre dijo que nadie se sentaría. ¡Un punto para Bakugo Katsuki!.

—¿No lo haré cambiar de opinión?

—Nop

—Ya veo—suspiro derrotada—entonces puedo hacerle un masaje

—¿Un masaje?—arqueo la ceja confundido—¿Tú sabes hacer eso?

—Si, cuando tenia como quince años me hice amiga de mi masajista y me enseñó algunas cosas—explico mientras tomaba asiento en el suelo enfrente del sofá—recuestese boca abajo

—Qué clase de peticiones son esas Cola de caballo—dijo con un tono de picardia—solo falta que me pidas que me quite la ropa

—De hecho si quiere puede quitarse la camiseta—respondió inocente sin darse cuenta del doble sentido en las palabras de Bakugo

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