Capítulo 2: El Vínculo y la Sangre

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Hace unos meses, si alguien me hubiera dicho que viviría con una niña que necesita sangre para sobrevivir, lo habría considerado una locura o una pesadilla. Pero aquí estábamos, compartiendo una existencia que oscilaba entre lo cotidiano y lo desconcertante.

Maoki era incansablemente curiosa, como cualquier niña de su edad, pero había algo en sus travesuras que rozaba lo perturbador. Su energía parecía inagotable, como si dentro de ella habitara una fuerza que la empujaba constantemente más allá de los límites de lo común. No tardé en darme cuenta de que, cada vez que consumía una pequeña cantidad de sangre, su fuerza se intensificaba. No era solo física, sino algo más... algo que aún no lograba descifrar del todo.

Perspectiva de Seijaku - El Cuidador:

"Maoki, con el inicio de las clases, necesitamos hablar sobre... el consumo de sangre," dije con cautela una tarde, mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, proyectando sombras inquietantes en la habitación. Señalé el frasco que estaba sobre la mesa, la luz tenue reflejándose en el oscuro líquido que contenía. El frasco parecía inocente, pero sabía bien que la sangre en su interior era más que solo un fluido vital. Era la clave para que Maoki se mantuviera estable, tanto física como emocionalmente.

"No puedes permitir que nadie se entere de esto," le advertí con voz firme.

Ella me dedicó una sonrisa despreocupada, esa expresión que había llegado a conocer demasiado bien. "No te preocupes, no pasará nada."

"Lo digo en serio, Maoki," insistí, mi voz cargada de preocupación. "Debes ser más cautelosa. Si alguien descubre lo que eres capaz de hacer, las consecuencias podrían ser... graves."

"Lo sé," respondió, aunque su tono era ligero, casi como si minimizara la situación. Luego, su expresión cambió y, en un susurro, dijo: "Antes de irse, mi madre me dijo que si algo le pasaba, debía encontrar a Seijaku. Que tú cuidarías de mí."

Las palabras me golpearon con una fuerza inesperada. La referencia a su madre, su última conexión con la normalidad, me llenó de un peso que no podía ignorar. "Y es por eso que me aseguraré de que estés a salvo, Maoki."

"Lo sé," respondió Maoki, aunque su mirada parecía buscar respuestas en el fondo de mis ojos. "Pero a veces siento que estoy... sola."

"No estás sola," le recordé, intentando ofrecerle la seguridad que necesitaba. "Y te aseguro que tendrás una vida normal. Te lo prometo."

"¿Normal?" Ella frunció el ceño, su mirada llena de confusión. "¿Cómo se supone que pueda ser normal? Soy diferente."

"Ser diferente no significa que no puedas vivir una vida plena," le expliqué. "Eres valiente y especial, y hay formas de manejarlo. Solo necesitamos ser cautelosos y actuar con inteligencia."

Maoki se quedó en silencio, asimilando mis palabras. La tensión en el aire era palpable, y yo sabía que su naturaleza impulsiva podría surgir en cualquier momento. Sin embargo, había algo en su mirada que me decía que aún había esperanza.

Perspectiva de Maoki - En la Escuela:

El primer día de clases fue... raro. La escuela era un lugar extraño. Demasiada gente, demasiadas reglas. Siempre me he sentido diferente, pero aquí la diferencia se volvía casi tangible. A veces sentía que todos me observaban, aunque sabía que no era así.

Me esforcé por seguir las instrucciones, sonreír cuando era necesario y hablar lo justo. Con el tiempo, algunos compañeros comenzaron a acercarse, intrigados por mí. Eso me ayudó a sentirme menos fuera de lugar, pero no completamente.

Lo más difícil fue en la clase de ciencias. El tema de la sangre era... complicado. Cada palabra del profesor resonaba en mi cabeza, despertando algo que intentaba mantener bajo control. Mis manos temblaron, y tuve que respirar hondo para no perder el control. Sabía que no podía dejar que eso saliera a la luz, especialmente aquí, en un entorno donde cualquier indicio de debilidad podría significar el fin de lo que intentaba construir.

A veces me pregunto cuánto tiempo podré seguir así. La sangre me llama, incluso cuando intento ignorarla. Me esfuerzo por cumplir las reglas que Seijaku me impuso, pero hay momentos en los que siento que podría fallar. Me pregunto... ¿Qué pasaría si lo hiciera?

Perspectiva de Seijaku – El Cuidador:

En mi búsqueda por entender el pasado de Maoki, me di cuenta de que protegerla iba más allá de ocultar su secreto. Tenía que ayudarla a comprender quién era y cómo encajaba en un mundo que, a menudo, parecía amenazador. Su vida estaba en juego, y eso era un riesgo que no podía permitirme.

Mientras veía a Maoki lidiar con sus emociones en la escuela, recordé las palabras de su madre. "Si algo me pasa, encuentra a Seijaku." Esa certeza me impulsaba a seguir adelante, a convertirme en el protector que ella había imaginado.

Nuestra "aventura sobrenatural" no era solo la historia de una niña y su cuidador; era un viaje hacia la aceptación y la superación de un destino incierto, donde el amor y la comprensión se entrelazaban en cada paso que dábamos. El futuro era impredecible, pero teníamos una cosa clara: no dejaríamos que el miedo nos controlara.

Nota del Autor:

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Mi hija es un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora