¿solo amigas?

¿infidelidades?

El ambiente en el estadio era eléctrico. La expectación era palpable, la tensión se podía cortar con un cuchillo. En una esquina, Erika Cruz, la campeona, con la mirada fría y calculadora, la seguridad de quien ha reinado por años. En la otra, Samantha Rivera, la retadora, con la mirada llena de fuego, la determinación de quien busca arrebatar el trono.

El campanazo resonó, y la batalla comenzó. Cruz, con su estilo clásico, se movía con precisión, buscando la oportunidad de conectar un golpe certero. Rivera, con un estilo más agresivo, se lanzaba al ataque con furia, buscando desestabilizar a la campeona.

Los primeros rounds fueron un intercambio de golpes rápidos y poderosos. Cruz, con su experiencia, buscaba mantener la distancia, mientras que Rivera, con su energía, la presionaba sin descanso.

En el tercer round, Rivera conectó un golpe de derecha que hizo tambalear a Cruz. La multitud rugió, pero Cruz, con una sonrisa de desafío, se recuperó rápidamente.

La pelea se intensificó, ambas boxeadoras se entregaban al combate con una ferocidad admirable. Cruz, con su técnica impecable, buscaba controlar el ritmo de la pelea, pero Rivera, con su fuerza y su determinación, la obligaba a luchar en su terreno.

En el sexto round, Rivera conectó un gancho de izquierda que hizo caer a Cruz a la lona. La multitud enloqueció, la sorpresa se apoderó de todos. Cruz, con un esfuerzo sobrehumano, se levantó antes de la cuenta, pero su rostro reflejaba el dolor.

Rivera, con la victoria a su alcance, se lanzó al ataque con más furia. Cruz, debilitada, no podía encontrar la respuesta. En el octavo round, Rivera conectó una serie de golpes que dejaron a Cruz tambaleando. El árbitro, viendo que Cruz no podía defenderse, detuvo la pelea.

La multitud enloqueció, la victoria de Rivera era un hecho. Samantha Rivera, con lágrimas en los ojos, alzó los brazos en señal de victoria, la nueva campeona. Cruz, con la cabeza gacha, aceptó la derrota con dignidad, reconociendo la superioridad de su rival.

Samantha Rivera, con su victoria, demostró que la fuerza, la determinación y la pasión pueden superar cualquier obstáculo. La nueva campeona, con la mirada llena de esperanza, se preparaba para defender su título con la misma fuerza y la misma pasión que la había llevado a la cima.

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-no entendí nada pero lo hiciste increíble Sam - hablo Rocío.

-¿no me vas a felicitar? - pregunto rivers.

-claro que si - Rocío se acercó a rivers y dejo un beso en sus labios - cámbiate rápido, tenemos que regresar al hotel.

-ya voy.

Rivers y Rocío se encontraban en los pasillos del hotel pero no contaban con encontrarse con Michelle.

-¿Amor, que haces a esta hora aquí?

-queria salir un rato.

-con rivers.

-no amor, me encontré con rivers cuando iba a tomar el elevador.

-ah, está bien.

-ve a dormir amor, mañana tenemos un vuelo - Rocío beso a Michelle - hasta mañana Mich.

-hasta mañana Rocío.

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-eso estuvo cerca - dijo rivers lanzándose a la cama.

-muy cerca - Rocío se acostó a un lado.

-¿Vamos a dormir juntas? - pregunto rivers.

-no lo creo, corremos el riesgo de que entre alguien que no sea Aldo.