CAPITULO 15

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A medida que nos acercábamos a la cafetería, el aroma del café recién hecho envolvía el aire, y la cálida atmósfera del lugar contrastaba con el torbellino de emociones que ambos sentíamos. Nos sentamos en una mesa en la esquina, un poco apartados del bullicio, y el ambiente se tornó íntimo, como si el resto del mundo se hubiera desvanecido.

—¿Cuánto tiempo llevas en la empresa? —preguntó, buscando cualquier tema que mantuviera la conversación fluyendo, aunque mi mente seguía divagando entre los momentos de su cercanía.

—Un par de años —respondí dándole un sorbo a mi café y mirándolo fijamente

—Desde mi primer día, he notado que hay algo especial en este lugar... especialmente en las personas. Mi corazón se aceleró. Sus palabras flotaban entre nosotros, cargadas de un significado oculto.

—Es un buen equipo —comenté, sintiendo cómo el aire se volvía más denso—. Aunque creo que necesitamos un poco de creatividad para llevarnos al siguiente nivel.

—Oh, definitivamente. Yo creo que con un toque de inspiración —dijo, acercándose un poco más—, podríamos hacer grandes cosas juntos.

No podía creer lo que estaba oyendo. Había un brillo en sus ojos que me hizo cuestionar la línea entre lo profesional y lo personal. La conexión que sentíamos era innegable, y cada segundo en su presencia solo aumentaba mi deseo de romper las barreras que nos separaban.

—¿Y cómo te inspiras? —pregunté, tratando de desviar la conversación a un terreno más neutral.—Depende mucho de la compañía, ¿no crees? A veces, una simple conversación puede cambiarlo todo —contestó, jugando con su taza, sus dedos deslizándose por la porcelana de manera casual, pero cargada de intención.

Ahí estaba, la línea que temía cruzar. La combinación de su risa fácil, el brillo en sus ojos y sus comentarios sutilmente provocativos me estaba llevando a un lugar del que sabía que no podría regresar. Sin embargo, la curiosidad prevalecía.

—Entonces, supongo que la compañía es fundamental —dije, intentando sonar tranquila a pesar de que mi corazón latía con fuerza. Ambos reímos, y la química entre nosotros se volvió casi tangible. Con cada palabra, con cada risa compartida, dejé por un momento de pensar en Alex y de las complicaciones que podrían surgir. La idea de perder la oportunidad de explorar lo que había entre nosotros era infinitamente más aterradora que cualquier consecuencia.

—Deniss, ¿Qué piensas de la idea de que las mejores cosas en la vida suelen suceder cuando menos las esperas? —me preguntó, su mirada fija en la mía, y comprendí que no se refería solo a la conversación. El ambiente se volvía cada vez más intenso. El ruido de la cafetería se desvanecía, y me encontraba totalmente atrapada en la profundidad de sus ojos. Sin pensarlo dos veces, me incliné ligeramente hacia él y respondí:—Es cierto. Quizás deberíamos dejar que todo fluya y ver a dónde nos lleva.

Javier sonrió, y en su expresión vi tanto deseo como aceptación. Tal vez este sería un encuentro que cambiaría el rumbo de nuestras vidas, un momento en el que cruzar la línea no solo era inevitable, sino necesario. Estaba lista para arriesgarme y descubrir qué estaba por venir.

Después de ese electrizante momento en la cafetería, la realidad los arrastró de vuelta al trabajo. Las horas pasaron, los días se sucedieron, pero la tensión entre ellos quedó en el aire, cargada de promesas no dichas y deseos no confesados.

La Madre de mi Mejor Amigo. » ACTUALIZADA «Donde viven las historias. Descúbrelo ahora