Alastor estaba de pie, inmóvil, en el centro de la habitación. La penumbra se cernía a su alrededor como un manto opresivo, pero no era la oscuridad la que lo inquietaba; era la presencia de Lucifer, su amado y maldición, quien ocupaba todo su ser. Lo observaba desde el sillón de terciopelo carmesí, una sonrisa ladina dibujada en sus labios. Era el mismo Lucifer que había conquistado su corazón, el mismo que lo tenía atrapado en una red de mentiras y promesas vacías.
— Mañana, Alastor, el día de mañana te conviertes en mi esposo oficial, y en el segundo rey del infierno. ¿Acaso no te emociona, cariño?
Alastor mantuvo su postura rígida, como si cualquier movimiento pudiera desmoronar la fachada que había construido. Por dentro, un torbellino de emociones lo consumía: la desesperación, la ira, el amor. Todo se mezclaba, creando un caos que amenazaba con destruirlo. Su mente luchaba por encontrar una respuesta adecuada, algo que pudiera apaciguar la sonrisa cruel de Lucifer, pero su voz le fallaba.
Lucifer se levantó del sillón con la gracia de un depredador acechando a su presa. Se acercó a Alastor lentamente, sus pasos resonando en el silencio de la habitación. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó una mano para acariciar la mejilla de Alastor, obligándolo a mirarlo directamente a los ojos.
— Vamos, Alastor. Sé que esto es lo que siempre has deseado. Estar a mi lado, reinar conmigo… ¿No es eso lo que anhelabas desde el principio?
Alastor sintió la mano fría de Lucifer sobre su piel y, por un breve instante, quiso rendirse. Quiso olvidar el dolor, las dudas, y entregarse por completo a ese amor que tanto había anhelado. Pero no podía. No podía ignorar las mentiras, las promesas rotas, ni el abismo que se abría entre ellos.
— Lucifer… ¿Por qué insistes en esto? Sabes que… esto no es lo que quiero realmente.
Lucifer entrecerró los ojos, su sonrisa se desvaneció ligeramente, mostrando una sombra de descontento. Sin embargo, su mano no se apartó de la mejilla de Alastor.
— Oh, mi querido Alastor, a veces, no sabemos lo que realmente queremos hasta que lo tenemos frente a nosotros. Y yo soy lo mejor que te ha pasado.
Dijo mientras sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa.
Alastor tragó saliva, sintiendo el peso de aquellas palabras. Por un instante, todo pareció detenerse. El silencio entre ellos se volvió insoportable, cargado de una tensión que Alastor sabía no podía mantenerse por mucho tiempo. Finalmente, bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de la de Lucifer.
— Quizás… quizás tengas razón... pero lo que quiero hacer son cosas muy distintas.
Lucifer soltó un suspiro irritado y le levantó el mentón para mirarlo directamente.
— Escúchame bien Alastor, si sabes lo que te conviene, no me contra digas. ¿Entendido?
Alastor sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar el tono gélido de Lucifer. La mano que sostenía su mentón lo obligaba a mantener la mirada fija en esos ojos oscuros que parecían devorar su voluntad. Su corazón latía con fuerza, cada latido un recordatorio del dilema que lo consumía.
— Entendido.
Murmuró Alastor, aunque sus palabras carecían de convicción.
Lucifer lo observó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando la sinceridad de su respuesta. Luego, sin previo aviso, sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción.
— Sabes que todo lo que hago es por tu bien, ¿verdad?
Preguntó Lucifer, dejando caer su mano y girándose para mirar por la ventana. La luz tenue de las llamas del infierno iluminaba su perfil, dándole un aire casi sereno, como si la conversación anterior no hubiese ocurrido.
Alastor lo observó, sintiendo una mezcla de frustración y deseo. ¿Por qué no podía simplemente aceptarlo? ¿Por qué, a pesar de todo, seguía sintiendo esa atracción magnética hacia él? Pero más importante aún, ¿por qué no podía ignorar la voz en su interior que le gritaba que debía luchar, que debía resistirse?
— Lo sé.
Respondió Alastor finalmente, su voz apenas un susurro.
Lucifer asintió, como si la respuesta fuera suficiente. Luego, sin mirar atrás, comenzó a caminar hacia la puerta, dejando a Alastor sumido en sus pensamientos. Justo antes de salir, se detuvo y habló sin volverse.
— Prepárate para mañana, Alastor. Nuestra boda será un evento que el infierno nunca olvidará.
Y con esas palabras, Lucifer abandonó la habitación, dejando a Alastor solo en la penumbra. Alastor cerró los ojos, sintiendo una angustia que no podía controlar. Sabía que había llegado a un punto sin retorno, que mañana marcaría el inicio de una nueva era... o el fin de todo lo que alguna vez había sido.
Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una chispa de resistencia seguía ardiendo. Sabía que, de alguna manera, tenía que encontrar la forma de evitar que Lucifer lo consumiera por completo. Pero, ¿cómo enfrentarse al mismísimo rey del infierno?
Mientras esas preguntas lo atormentaban, Alastor se dirigió hacia la ventana que Lucifer había abandonado. Miró hacia el horizonte en llamas y, por primera vez en mucho tiempo, dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas. No por debilidad, sino como una promesa silenciosa de que no se rendiría, sin importar cuán imposible pareciera la situación.
La noche avanzaba lentamente, y con ella, la determinación de Alastor crecía. Sabía que mañana sería un día decisivo. El sabía que Lucifer había sido una pesadilla en los últimos meses de su relación, pero siempre lograba endulzarle el oído y hacer que regresará como un perro con la cola entre las patas.
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•El Arte del Engaño•
RandomUna cruda realidad para Alastor, el cual a pesar de estar en el infierno no se siente como en tal, más bien lo que siente como el infierno es su relación con Lucifer Morningstar. Advertencia ⚠️ - En esta historia no existe Charlie. - Mpreg: Alastor...